En la campaña no ha salido ni una sola idea aprovechable ni, como decimos los periodistas, tampoco un solo titular capaz de pasar a la memoria del tiempo que vivimos. Siempre me ha gustado e interesado la política; la internacional y la doméstica. Creo que nunca me he sentido más a gusto que siguiendo los avatares de la revolución portuguesa y la transición española muchos años atrás De ambas he extraído buenas conclusiones y comparándolas he escrito artículos y reportajes, he dado conferencias, participé en debates y he contribuido a tesis doctorales. Espero seguir sintiendo esa curiosidad y ese interés por la política, tan importante de nuestras vidas, aunque en estos momentos mi mente lo rechace y espero que sea por poco tiempo.
Como tantas otras personas, empecé siguiendo con verdadera expectación la precampaña y la campaña, que por fortuna ya ha terminado, de las elecciones municipales y autonómicas que se celebran el domingo. La aparición en la escena pública de nuevos partidos con planteamientos distintos e interesantes por su sincronía con la actualidad, me entusiasmó. Menos mal que como ya estoy curado de espantos en todo momento me mantuve firme en mi neutralidad si no a la hora de votar, que lo haré en conciencia, si evitando ir por la vida de predicador de mis propias ideas.
Y tengo que concluir que hoy me siento defraudado, que es lo menos que se me ocurre para calificar la frustración de una carrera hacia el poder más próximo a los ciudadanos, legítima, pero verdaderamente lamentable. Al menos esa es mi impresión. Escuché, vi y leí mucho, quizás demasiado, hasta llegar a esta conclusión triste y deprimente. Siempre hay excepciones, como las que protagonizaron en Madrid Angel Gabilondo y Luis García Montero, pero en general el espectáculo que ofrecieron nuestros políticos fue deplorable.
Algunos sinceramente creo que equivocaron la carrera porque de payasos de circo, vendedores de peines y predicadores de sectas y embaucadores de zoco, hubiesen tenido más éxito. Para empezar, en medio de tanta bulla como armaron la mayor parte de los antiguos y los nuevos, no ha salido ni una sola idea aprovechable ni, como decimos los periodistas, tampoco un solo titular capaz de pasar a la memoria del tiempo que vivimos. Personalmente, lo digo sin ambages, estoy hasta el moño que no tengo de tanta chorrada y feliz de que esto termine.