Isabel Pantoja si no lo evita a tiempo tendrá que acabar cambiando las luces rutilantes de los escenarios por una celda, quizás compartida Hay muchas decenas de personalidades, personajes y personajillos abocados estos días a entrar en prisión. La corrupción política, que al final también contamina otras actividades, y de manera especial la empresarial chanchullera, está garantizando el cartel de completo en las prisiones para los próximos tiempos. Ya hay muchas celdas ocupadas por nombres conocidos de la nueva delincuencia que se ha generado mayormente en torno al ladrillo, al pelotazo con los bienes públicos, a la especulación y la mordida del tres por ciento.
Pero entre los muchos nombres del famoseo delicuencial que da qué hablar a diario, ninguno, ni Bárcenas, ni Granados, ni Blesa ni… crea tanta expectación, tanta esperanza de espectáculo carcelario, como la condena de ingreso inmediato – si es que no se ha producido ya cuando estas líneas vean la luz – de Isabel Pantoja. No es que las acusaciones que la condenaron sean las más graves del repertorio ni su condena la más prolongada en el tiempo, pero eso es lo de menos. Lo que cuenta aquí es el morbo de ver a una persona tan popular como polémica metida entre rejas y sin aspiraciones de aplausos.
Isabel Pantoja si no lo evita a tiempo, y de momento el reloj cada vez la amenaza de manera más apremiante, tendrá que acabar cambiando las luces rutilantes de los escenarios por una celda, quizás compartida, donde en vez de ser recibida con aclamaciones tendrá que resignarse a compartir las sonrisas o malas caras de las compañeras con las que habrá de disputar el espacio para hacerse la colada. Cerca parece que tendrá a su exnovio, con el que tantas páginas de couché compartió, el ya fuera de actualidad ex alcalde Julian Muñoz, y a la mujer de este antes de verse coronada con los cuernos de la tonadillera, Maite Zaldíbar. Con la familia Muñoz, Zaldíbar, Pantoja se cumple la frase del inolvidable Berlanga, “¡todos a la cárcel!
