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Aforados

España no cambia. Aquí o nos quedamos cortos o nos pasamos, se ve que lo llevamos en el ADN patriótico. España no cambia. Aquí o nos quedamos cortos o nos pasamos, se ve que lo llevamos en el ADN patriótico. Éramos – y de hecho todavía somos porque el cambio que se anuncia va para largo – el país de Europa con más políticos aforados. Cada vez que se producía un estropicio, cada vez que saltaba a la opinión pública un escándalo de corrupción, cosa bastante frecuente, enseguida aparecía una pléyade de políticos aforados ante los cuales los jueces estaban maniatados o, cuando menos, condenados a dilatar los procesos y a contribuir a que la Justicia sea aún más lenta de lo que ya es.

Pero el Gobierno parece que quiere ponerle coto a este exceso de protección de los dedicados a la actividad pública y los 17.621 aforados actuales, todo un ejército, dejarlos en 22. La primera impresión que produce esta noticia es exclamar, hombre, ni tan alto ni tan calvo aunque luego habrá que ver en qué se queda. Más de diecisiete mil es evidentemente una barbaridad, un despropósito, una deslegitimación de las razones que justifican el aforamiento de algunas personas, pero veintidós, parece muy poco.

Uno echa las primeras cuentas con los dedos de la mano y no le salen quienes van a ser los afortunados que van a conservar su estatus. Claro que habrá que ver también qué actividades son las que están cubiertas por el aforamiento. Parece lógico que se circunscriban sólo a algunas materias relacionadas con la actividad específica que desarrollan. ¿Por qué va a usufrutuar aforamiento un ministro que conduce borracho? El proyecto, claro, tendrá que pasar por los debates y trámites parlamentarios y es probable que sea objeto de retoques y cambios. Los predestinados a perder el aforamiento van a defender su estatus como gato panza arriba.

Incluso algunos diputados y altos cargos del Partido Popular intentarán sortear la disciplina para intentar salvarse de la guadaña que se apresta a segar perspectivas de impunidad. El ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, lo tiene como el proyecto estrella para este otoño, junto a la impopular reforma de la Ley del Aborto, que tantos votos puede acabar costándole a su partido. La reducción de los aforados en cambio quizás encuentre mayores simpatías entre los ciudadanos de a pie que están hartos de ver cómo esta protección puede ayudar a escaquearse a algunos delincuentes.

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Diego Carcedo

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