A pesar de la tormenta independentista, el movimiento liderado por Pablo Iglesias gana apoyos en un territorio que hasta ahora controlaban los nacionalistas. Hay palabras que terminan por resultar mágicas. Al menos cuando tienen la virtud de hacer añicos otros términos repetidos hasta la saciedad que, además, acaban por convertirse en sinónimos de resignación y desesperanza.
Así, la España que ha surgido tras los sorprendentes resultados de las elecciones europeas es distinta a la anterior. Este país de Podemos es radicalmente opuesto a aquel del ‘No queda otra’, aunque sólo haya unos pocos meses de distancia entre lo nuevo y lo antiguo.
Y desde que los ciudadanos usaron las urnas para lo que realmente sirven, para apuntar políticas alternativas y a políticos capaces de ponerlas en práctica, en muchos ámbitos, anteriormente deprimidos, hay un cierto sentimiento de euforia creciente.
Sensación que esta semana se ha visto acrecentada por los rumores que han corrido en las redes sociales sobre algunas supuestas encuestas que existirían pero no se han llegado a publicar. Y también, finalmente, por la publicación de otras que, de alguna manera, vienen a confirmar las sospechas anteriores.
Este domingo, en el diario ‘El País’ se da cuenta de los resultados de una de estas consultas y su lectura es muy ilustrativa. Hasta en una sociedad tan polarizada como la catalana, la irrupción de Podemos en la escena política parece haberse producido con una fuerza espectacular.
Según se explica en este periódico si ahora se celebraran unas elecciones generales en Cataluña, el partido que lidera Pablo Iglesias sería el segundo más votado, por delante de CiU y por detrás de ERC.
Además, en unas autonómicas sería la tercera, situándose inmediatamente después de las dos formaciones nacionalistas. Y eso, a pesar, de que Iglesias se ha mostrado favorable a la ‘consulta’ pero contrario a la independencia y se ha definido claramente como español.
Así que haría mal el ínclito Pedro J. Ramírez en seguir considerando que el actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy no tendría problemas para derrotar en unas elecciones a ese ‘grupo desorganizado de radicales’ que parece haberse puesto de moda. Y, probablemente, los comicios autonómicos y locales del próximo año lo van a dejar claro.
El avance de Podemos refleja un imparable cambio social que, probablemente, no tenía más remedio que producirse. La clase media, ese grupo centrista tan poco dado a entregarse al extremismo y tan dispuesto a votar a gente de orden que les asegure un camino abierto hacia la estabilidad y la prosperidad ha decidido pasar al ataque.
O más bien se ha visto obligada a hacerlo. A buscar opciones políticas que defiendan sus intereses y demuestren capacidad de enfrentarse a unos partidos tradicionales que les han defraudado, vendido a los poderes financieros y puesto en práctica políticas destinadas a empobrecerles.
No hay más. Ni tampoco menos. Y por eso mismo estamos ante un alud imparable que arrasará con todo lo que se encuentre a su paso. Ante una oleada purificadora similar a esa ‘lluvia fuerte’ que pedía Pablo Guerrero en su profética canción ‘A Cantaros’ que sigue vigente 42 años después de haber sido escrita.
Porque, como explica con talento un amigo mío periodista, desde hace siete años, lo que ha ocurrido, lo que le ha ocurrido a la gente es que o bien ha perdido su trabajo, y con él su casa y sus opciones vitales, o bien ha visto como se desplomaba su poder adquisitivo más de un 30%, mientras los políticos intentaban vender la sanidad y la educación públicas. No sólo eso. Además sus hijos se quedaban sin becas o tenían que emigrar, sus padres sin asistentes sociales y la jubilación se le complicaba.
Y para colmo, los dos últimos presidentes de gobierno que auparon con sus votos se han mostrado ajenos a esa realidad. Uno, José Luis Rodríguez Zapatero, porque primero no vio venir la crisis y luego inició los recortes y otro, Mariano Rajoy porque quiere vender una recuperación económica que ningún ciudadano ha visto todavía ni en pintura.
Parecen motivos más que suficientes para impulsar un cambio. Y eso es lo que está haciendo ahora la clase media española que, además, no va a cejar en su empeño hasta que este se produzca. Va a ser así. Inevitablemente. Luego no digan que no les hemos avisado.
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