Muchos hombres se sientan en el transporte público como si no hubiera nadie a su alrededor. Abren sus piernas y ocupan el espacio de los asientos colindantes haya o no haya alguien sentado en ellos. Esa práctica tiene el nombre de manspreading y son cada vez más personas las que lo sufren.
Al menos eso subyace de la petición realizada por la plataforma microrrelatos Feministas en Change.org, donde piden a la Comunidad de Madrid y al Ayuntamiento de la capital que “pongan carteles en el Metro y en los autobuses para que respeten nuestro espacio”.
A esta hora de la tarde (18:30) son casi 1.200 firmas las que apoyan la moción de la plataforma, que denuncia cómo no es difícil de ver “a las mujeres con las piernas cerradas y muy incómodas porque hay un hombre a su lado que está invadiendo su espacio con las piernas”.
Según Microrrelatos Feministas, el manspreading no es cuestión de mala educación sino de que “igual que a las mujeres nos han enseñado a sentarnos con las piernas muy juntas (como si tuviéramos que sujetar algo entre nuestras rodillas) a los hombres les han transmitido una idea de jerarquía y de territorialidad, como si el espacio les perteneciese”.