El regreso de Bárcenas y los populismos de derechas, los dolores de cabeza del PP

El regreso de Bárcenas y los populismos de derechas, los dolores de cabeza del PP

Bárcenas ha vuelto de la mano de Cospedal en el peor momento posible para un PP que se ‘desangra´por la derecha y que empieza a temer que el desplome del PSOE no le baste para retener el poder. La imagen de Bárcenas asegurando con contundencia ante un tribunal que fue «su propia mano» la que entregó los sobresueldos en negro a María Dolores de Cospedal ha sacudido a un PP que empezaba a tranquilizarse tras las últimas encuestas.

De ellas parecía desprenderse que, gracias a la decadencia del PSOE, con el extesorero fuera de la escena, el partido podía soñar con una nueva victoria electoral en las próximas generales, aunque quizá fuera inevitable, perder un poco de fuelle en las elecciones europeas, que son la primera cita con las urnas que aparece en el panorama.

Claro que, esa sensación que empezaba a extenderse por Génova, nunca ha sido del todo compartida por los PP regionales. Estos aparatos manejan otras encuestas, mucho más desfavorables. Números que indican que la pérdida de la mayoría absoluta está cerca en comunidades clave y que existe la posibilidad de que, a pesar de la falta de peso de los socialistas, distintas coaliciones puedan arrebatar el poder a los populares en las elecciones locales y autonómicas de 2015.

En un reciente artículo del diario ‘Público’ se concreta esa preocupación en territorios vitales para el partido de Rajoy como Madrid, Valencia, Castilla-La Mancha o Murcia. Pero hay otros lugares como Baleares o Galicia, en los que el peligro también se atisba en el horizonte.

Y, aunque la imagen de Bárcenas de la que hablábamos antes, y la incomprensible cabezonería de Cospedal, empeñada en ‘limpiar su nombre a cualquier precio’, pueden agitar las aguas durante un tiempo, lo cierto es que, dentro de la catástrofe y la zozobra general que acarrea todo lo relacionado con el extesorero, es un asunto coyuntural que, en opinión de algunos cargos medios del partido consultados por este diario, puede resolverse más o menos, porque aún queda mucho para que los españoles voten.

Sin embargo, hay otros asuntos que no parecen tan ‘fáciles’ de resolver. Por ejemplo, el imparable ascenso de UPyD que, según parece contrastado, crece ahora a costa del PP. Si hace unos meses, los dirigentes populares creían que el partido de Rosa Díez robaba votos por igual a los conservadores que a los socialistas ahora, según avanza la amenaza catalana, tienden a creer que la antigua dirigente del PSOE y los suyos se han quedado con la patente de la defensa del nacionalismo español y ha encontrado un granero que puede convertir a esta formación en la clave del poder del futuro.

Y no es el único problema. El descrédito de los partidos tradicionales está provocando una fuga de cuadros medios y antiguos dirigentes que se han quedado sin sitio, tanto en el PSOE como en el PP, hacia esos nuevos movimientos que primero proliferaron en la izquierda, al calor de los usos y costumbres impuestos en el 15M y que ahora se extienden por el centro derecha como manchas de aceite.

Está el desembarco nacional de los Ciudadanos de Albert Rivera, las veleidades de Vidal Quadras y algunos duros del PP como Ortega Lara, que tensan la cuerda, y hasta la posibilidad de que finalmente Unió concurra en solitario a las elecciones en Cataluña, lo que supondría un nuevo obstáculo para los populares de aquella región y su líder Alicia Sánchez Camacho que tampoco pasa por su mejor momento.

El problema es que los pragmáticos del PP pierden peso ante las opciones radicales, en paralelo al mantenimiento de los problemas económicos de los españoles que, la oleada de optimismo que intenta inyectar el Gobierno en la población no consigue despejar.

Es un asunto difícil, porque la percepción que cada votante tiene de cómo le van las cosas es demasiado real para ser contrarrestada con campañas de opinión. Y sin buenas perspectivas electorales la tentación de radicalizarse y buscar la salvación individual es demasiado fuerte.

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