El Partido Socialista de Madrid (PSM) se hunde. Y a velocidad de vértigo. Un hecho objetivo que la histórica crisis por la que pasan sus rivales del PP hace más evidente. Sin proyecto, sin ideas, sin relevancia social y sin un líder que ilusione a los votantes progresistas de la autonomía, los socialistas son incapaces de convertirse en una verdadera alternativa de poder.
Para muchos militantes veteranos el principal problema se llama Tomás Gómez. Pero no es el único. De Gómez dicen que se ha instalado en un discurso cómodo que le permite obtener malos resultados y mantener al PSM hundido en la encuestas.
Lo mismo que dirían sus rivales del PP, el entorno del actual secretario general de la formación de izquierdas se ampara en la ‘herencia recibida’ para justificarlo todo. La culpa fue de Zapatero y ahora es de Rubalcaba que no realiza la oposición contundente que sería necesaria.
No hay ni el más mínimo atisbo de autocrítica en una formación que se ha especializado en perder las elecciones desde hace décadas. No es un hundimiento que haya empezado a producirse ahora como sí ocurre en otras federaciones. Aquí la enfermedad de la irrelevancia se manifestó hace mucho más tiempo y las derrotas electorales también tuvieron lugar cuando el partido ‘arrasaba’ en los comicios nacionales.
Para muchos simpatizantes desencantados, el problema arrancó a finales del pasado siglo, cuando los cuadros se profesionalizaron y el partido perdió el contacto con la calle. La vida partidaria de las agrupaciones se reduce a la lucha de facciones por colocarse bien en las listas.
Se ha llegado a un punto, que provoca indignación entre la militancia más antigua, en el que, incluso se alquila a terceros la gestión de los chiringuitos del PSM en las fiestas de los barrios. Ya no hay ni quien pegue carteles, dicen. La verdadera militancia se ha marchado.
Y el hueco que ha dejado ese partido en los movimientos vecinales, las asociaciones de padres y cualquier otro atisbo de organización civil solidaria ha sido ocupado ahora por los activistas del 15M , tras muchos años de desierto. Un tiempo en el que, sin embargo, IU, también en crisis permanente desde hace tiempo sí mantuvo el contacto con su base electoral.
Así que, según esta versión, los líderes del socialismo madrileño no tienen nada que ofrecer porque ni siquiera saben lo que pasa en los barrios. No tienen proyecto político porque no están cerca de los problemas de los ciudadanos y no pueden aparecer con las soluciones que serían necesarias.
En lugar de eso, mantendrían una estrategia de acercamiento a las cúpulas de otras organizaciones o colectivos de izquierdas o progresistas que también se mueven en el limbo de quien se preocupa más de mantener su ‘sueldo’ que de otra cosa. Como los sindicatos, por ejemplo.
Así que las acusaciones que llegan desde el PP madrileño a sus rivales favoritos, los socialistas, un colectivo sin capacidad alguna de desalojarles del poder, no son ciertas. Ya quisieran muchos militantes del PSM que lo fueran. No hay movilizaciones ‘políticas’ en la región. Ni siquiera ahora que las distintas mareas, como la verde de los profesores, o la blanca de los profesionales de la sanidad, son marcas reconocibles de la ‘resistencia’ al empeño de lo populares de terminar con todos los servicios públicos.
El PSM no está presente en ellas. Pero no porque no estén sus siglas, ni sus banderas. No lo está porque faltan las personas reconocibles en esos colectivos como auténticos luchadores con conocimiento de causa e implicados en las movilización. Y sin esas viejas bases que construyeron los antiguos éxitos no puede recuperarse la iniciativa.
Tampoco sin líderes. No lo es Tomás Gómez que no fue capaz de aprovechar el tirón de su ascensión inicial para renovar el partido y, además ha puesto en práctica políticas poco claras en asuntos de gran relevancia simbólica como la crisis de Caja Madrid, ahora Bankia, donde brillan demasiado los socialistas implicados, aunque porcentualmente sean menos y tengan menos responsabilidad. Pero no ha habido expulsiones. Ni una verdadera operación limpieza.
No la ha habido, en opinión de algunos militantes, por la necesidad de Gómez, y de sus rivales, de forjar pactos hasta con el diablo para seguir sentado en la silla. Por eso, por ejemplo, se habría acercado al ‘acostismos’, los seguidores de José Acosta, a quienes tendría que haber borrado del mapa y que, sin embargo, condicionaron su estrategia, por ejemplo, en la crisis de la caja madrileña.
Una gran oportunidad política perdida, porque el PSM debió denunciar lo que sucedía y sacar partido de la división inicial, cuando Aguirre y Gallardón luchaban por imponer a sus hombres en la cúpula de la caja y tuvo lugar un duro enfrentamiento entre Blesa y González primero y entre Rato y González después.
En lugar de eso, Gómez y los suyos hicieron lo de siempre. Pactar con el enemigo para asegurarse la ‘cuota socialista’ en la entidad financiera y repartirse los puestos conseguidos después. Nada más.
Pero, ¿hay alguien que pueda sustituir a Tomás Gómez como líder del PSM? Probablemente no. De momento, por lo menos. La paracaidista Trinidad Jiménez no tuvo tiempo suficiente, ni verdaderos deseos, de convertirse en alternativa integrándose en la vida partidaria. El jefe de la oposición municipal, Jaime Lissavetzky carece de una corriente que le apoye y ambos son percibidos como submarinos de Ferraz. Igual que figuras como Beatriz Corredor, a quien su pasado como ministra de Vivienda en el Gobierno Zapatero le pesa demasiado.
¿Y Pilar Sánchez Acera? La mujer que se enfrentó a Gómez en el congreso regional de marzo y fue capaz de ganar el 40% de los votos ha desaparecido de escena, lo mismo que los componentes de la corriente que lideraba. Lo mismo que nombres históricos, como Juan Barranco, Rafael Simancas o Matilde Fernández, o incipientes aspirantes a líderes como Fernando Cepeda, el actual jefe de los ‘guerristas’
¿Y los alcaldes del Sur? Derrotados Pedro Castro en Getafe y Enrique Cascallana en Alcorcón, donde el partido no es capaz ni de aprovechar el ‘caramelo’ de Eurovegas para recuperar su base electoral, quedaba quizá Manuel Robles, el alcalde de Fuenlabrada, pero la conexión de algunos concejales con las ‘mafias chinas’ del Polígono Cobo Calleja, le dejan en mal lugar.
Las inexplicadas relaciones de los empresarios chinos bajos sospecha y el PSOE en esta localidad madrileña complican también un posible ascenso de José Quintana, que fue alcalde y ahora ocupa el cargo de portavoz adjunto de la Asamblea de Madrid. De momento, parece alineado con Tomás Gómez y su lugarteniente Maru Menéndez, aunque se le habían atribuido movimientos para retar su liderazgo.
De modo que la travesía por el desierto del socialismo madrileño va a continuar todavía durante mucho tiempo. Tanto que hasta no sería descartable que sus rivales del PP, que ahora se mueven por la escena política como boxeadores sonados que se desplomarían en la lona con un simple golpe, puedan llegar a rehacerse, superar su actual crisis y volver a ganar las elecciones dentro de tres años. O eso se temen muchos socialistas desencantados.
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