El fin del periodo de gracia en las dos grandes ciudades españolas define con más claridad la diferencia de estilos en la gestión de dos emblemas de la unidad popular. Llegaron como ‘agua de mayo’ en el día 13 de aquel mes y ya se les acaba el periodo de gracia en el que estaban llamadas a acomodarse y dar lo mejor de sí. Manuela Carmena y Ada Colau, alcaldesas de Madrid y Barcelona respectivamente, han enfilado caminos paralelos para desplegar la discordancia de sus estilos. Ambas corporaciones se ‘remangaron’ nada más tomar posesión. Mandaban las prioridades sociales, la emergencia ciudadana, los desahucios, la malnutrición infantil en pleno cierre de comedores. He aquí algunos de los emblemas de un periodo que, en apariencia, ha mellado la diplomática paciencia de la jueza mientras ha reforzado el bastón de mando de la activista.
Lo primero que hizo Carmena al tomar posesión del gobierno de la capital fue visitar a los bancos y solicitarles la cesión de viviendas vacías que pudieran ser dedicadas al alquiler social. Uno de aquellos primeros contactos fue emblemático, y se veía a una pequeña Manuela Carmena, sin más compañía que la de su segunda en el equipo, Marta Higueras, caminando hacia la alta torre Kio que acoge la sede de Bankia para hacer su propuesta a José Ignacio Goirigolzarri, presidente de la entidad. El estilo de su homóloga catalana es menos diplomático y también más formal: la regidora de Barcelona llamó a los banqueros, fijó una agenda y dispuso en el consistorio la ronda de contactos con los bancos que poseían más viviendas sin ocupar.
La relación con los medios también ha sido distinta. Se sabe poco de las inquietudes de la que fuese líder de la plataforma antidesahucios por las palabras que le dedique la prensa. No es su prioridad contentar a los medios y parece más partidaria de ‘coger la delantera’ y hablar en espacios propios: largas proclamas en sus cuentas en redes sociales dejan negro sobre blanco sus posiciones, intenciones y próximos movimientos. A Manuela Carmena no le gusta que la política se haya convertido en alimento de “prensa del corazón”. La apertura de la web Versión Original y del blog del Ayuntamiento dan cuenta de ello. Ha dedicado muchos esfuerzos a apagar fuegos e intentar transmitir su visión del asunto, pero no es fácil recoger frutos. Uno de los asuntos que más revuelo ha generado fue, precisamente, su pretensión de gobernar sin revuelos.
Pero las líneas por la que transitan Colau y Carmena tienen infinitos puntos en común, por eso han coincidido en momentos clave para la simbología del ‘cambio’: las alcaldías de unidad popular o las ciudades refugio son buenos ejemplos. Y en ambas ocasiones la ciudad condal se erigió como líder. Fue Barcelona en Comú el partido que convocó al resto de alcaldes alzados por las candidaturas de unidad popular para discutir, en ‘casa’ de Colau, sobre los más y los menos de gobernar en tiempos difíciles. Y cuando la crisis de refugiados ya copaba titulares, fue Barcelona la primera en levantar la mano para ofrecerse como ciudad de refugio de todo aquel que lo necesitara. Inmediatamente después, Madrid se sumaba y anunciaba 10 millones de euros para afrontar el fenómeno. Una cantidad, por cierto, idéntica a la que más tarde anunció Colau.
La líder de Barcelona en Comú parece haber dejado menos espacio a la ambigüedad, taponando más resquicios por los que la oposición puede colarse y hacerse más fuerte. Recientemente, ha multado a tres bancos con 60.000 euros por mantener viviendas vacías. Recordó a las entidades que la posibilidad de sanciones a las entidades estaba sobre la mesa desde hace más de un año, y también decidió comprar viviendas, ampliar los fondos para ayudas de alquiler y definir de inmediato los criterios para acceder a ellas.
En el plano de la ideología, Manuela Carmena repite incansablemente no ser una figura política, sino una gestora del interés común que representa a muchos otros activos de la ciudadanía, que la han elegido para ocupar el primer sillón de Madrid. Ada Colau retiró el busto del rey Juan Carlos I del salón de plenos y tiene menos problema para expresar su visión política. Las formas de ambas alcaldesas no suenan a lo mismo a pesar de que parecen estar, en cada ocasión, a la misma distancia de la meta. Así es como dos estilos dispares cumplen los cien días y abren la veda para los que quieren opinar, aún con menos tapujos que hasta ahora, qué alcaldesa cumplió mejor.
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