Algunas autoridades municipales, para no ir contracorriente, han habilitado también las tiendas comisionistas, muy útiles en las actuales circunstancias.
Oportuno y justo señalar que quien suscribe no pueda asegurar de que se trata de un fenómeno nacional a falta de pruebas o evidencias, pero parafraseando un viejo dicho, si la Habana estornuda es porque hay gripe en provincias.
Tarea para sabios y eruditos, que por fortuna tenemos en cada esquina, indagar las razones de este auge que pudiera tener una explicación más vieja que andar a pie.
Y no sería otra que, en épocas de fuertes crisis, cuando escasea el dinero y hay que alimentarse, la gente comienza a seleccionar qué dentro de la vivienda se puede vender. Naturalmente, si esto lo hacen es porque existe una contraparte dispuesta a comprar, a aprovecharse que no es momento de gran regateo y hacerse de cosas de valor de cara a un futuro en redonda inversión.
Vale la pena apuntar que no es la primera vez que esto sucede en Cuba. No por contado o escuchado, sino por vivido.
Un viejo corresponsal alemán, aplatanado como ninguno, me solía comentar que no necesitaba entrevistar a ministros que, con toda facilidad le podían mentir, esconder razones o ser sustituidos de la noche a la mañana. Prefería el germano pasar bien temprano por la taberna del puerto y dispararse en plan desayuno par de aguardientes con los estibadores y marchar tranquilo e informado a casa sabiendo lo que había entrado a la rada habanera.
Era esa su filosofía. Tener ojos y oídos en la gente de la calle para luego, en un arriesgado proceso de análisis y síntesis, sacar las más acertadas conclusiones de lo que estaba ocurriendo en la isla e intentar explicárselo a sus lectores europeos.
Un método para nada desaconsejable y que hoy por hoy la máxima dirección del país ejecuta a diario e invita a gobernadores e intendentes a seguir ese mismo camino, el escuchar y acercarse a la gente.
Esta historia de compra-venta pudiera estar relacionada también con los inicios de un notable éxodo del país o con la necesidad de apoyar en moneda fuerte a los primeros que han optado por marcharse y que a falta de familia que le ayude en el exterior, el apoyo tendrá que venir de casa.
De cualquier ángulo con que se mire, la verdad es única e irrebatible: se está vendiendo todo lo imaginable y también lo inimaginable. Basta con salir a la calle, como hacía el colega alemán.