Momentos desconocidos en la vida del Che Guevara

Cuba

Momentos desconocidos en la vida del Che Guevara

En algunos, la grandeza de sus actos opaca cualquier defecto. El Che Guevara estaría entre ellos.

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Ninguna de las grandes figuras de la historia ha podido escapar de alguna que otra pluma donde se aborden sus virtudes y defectos. A fin de cuentas, condiciones propias del ser humano. En algunos, la grandeza de sus actos opaca cualquier defecto. El Che Guevara estaría entre ellos.

Para meditar, las palabras del coronel Aureliano Buendía en Cien años de Soledad, cuando le confiesa a su compadre, el general José Raquel Moncada:

-Recuerda, compadre -le dijo-, que no te fusilo yo. Te fusila la revolución.

La respuesta del general Moncada no pudo ser otra:

-Vete a la mierda, compadre -replicó.

Debo admitir que admiro el ejemplo del guerrillero argentino. Como pocos, predicaba con su diario actuar. Así vivió y murió.

Siendo un joven periodista que laboraba entonces en la revista Moncada en los años 80s, órgano del Ministerio del Interior, recurrí a una publicación de archivo dedicada al Che cuando su circulación era limitada a los miembros de esa institución. Recuerdo fue publicada a finales de los 60s.

La idea consistía en imprimir alrededor de casi una treintena de anécdotas contadas por personas que estuvieron a su lado como guardaespaldas o subordinados en tareas ministeriales y distribuirlas en la recepción de la revista cada día que durara la jornada de homenaje.

Aquello trascendió el estrecho marco de la revista. Algunas no gustaron, fueron recibidas con recelos y explicaciones  enrevesadas salidas de un Cantinflas de turno.

Ernesto Guevara de la Serna era el único comandante del Ejército Rebelde que vestía con ropa de soldado más su grado militar, una estrella. Muy probablemente también el único donde en su casa se comía con la libreta de abastecimiento.

Comentaba su cocinero que, a falta de un menú variado, levantaba la voz para informar que se comería lo mismo del día anterior. Confesaba que jamás el Che hizo reproche alguno. Comía sin chistar lo que le pusiesen. No permitía la entrada de ningún envío adicional.

Cierto día uno de sus escoltas le informó que necesitaban calcetines, que los que usaban ya estaban viejos. El Che se quitó las botas y le preguntó si eran como los suyos, también inundados de huecos.

Leyendo minuciosamente el anecdotario de los escoltas, se notaba claramente que le respetaban mucho a pesar de una gran familiaridad en el trato.

A uno de ellos le confesó cierta vez que le gustaría vivir en un rancho hasta tanto cada cubano no tuviera una vivienda digna. Lamentaba que no podía obligarlos a hacer lo mismo, que a la par del rancho habría que construir casas confortables para ellos.

En otra ocasión, relata uno de sus choferes, Aleida la esposa debió viajar por un problema personal a la ciudad central de Santa Clara. Che lo aceptó y le entregó un billete de 20 pesos para la gasolina. Al regreso le fue devuelto el dinero porque “aproveché y eché gasolina en el garaje del ministerio (Industrias)”. Che se indignó, criticó la acción y le ordenó llenar el depósito con los 20 pesos y ponerse a dar vueltas por toda La Habana.

Cuando de cara a los niños pioneros fue acuñada la frase “Seremos como el Che” nadie imaginó que para los adultos en el gobierno de hoy día vendría como anillo al dedo. El ejemplo guevarista ha quedado sólo para el recuerdo y mencionado en actos oficiales. Son otros los tiempos.

Che Guevara cumpliría 96 años este 14 de junio. Podría vivir si la suerte le hubiese acompañado. De aquellos 82 jóvenes rebeldes que se enrolaron en México un 25 de noviembre para desembarcar el 2 de diciembre de 1956 viven aún Raúl Castro (93) y Ramiro Valdés (92).

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