Eric Jacobstein, subsecretario adjunto de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, era el jefe de la comitiva, mientras que por la parte cubana le correspondía al viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío.
Fue el propio viceministro quien contó en conferencia de prensa que, obviamente, la delegación gringa tuvo oportunidad de presenciar toda una ciudad a oscuras, sin un asomo de electricidad salvo en el techo que cobijó a los visitantes y en el salón donde analizaron el cumplimiento de los acuerdos por ambos bandos.
Inexperto y atrevido que soy en temas diplomáticos se me ocurrió pensar en cuál habría sido la reacción del osado uruguayo Pepe Mujica o el imprevisto salvadoreño Nayib Bukele e incluso del propio Fidel Castro de haber estado vivo en dejar perder la ocasión de darles un tour por la ciudad y llevarlos a nuestros hospitales. De los 43 habaneros, 25 ya disponían de electricidad.
Conocido que es el pragmatismo del estadounidense sea demócrata, republicano o de cualquier otra tendencia religiosa, cultural o racial. Por seguro hubieran comprendido mejor él y su delegación un par de cosas más en el tema bloqueo que, dicho sea de paso, no estuvo ausente en las discusiones migratorias, calificadas por Fernández de Cossío como de “constructivas”.
Con toda seguridad pudieran haber discernido qué parte de esta desgracia sobre gobierno y población va a la cuenta del imperio de acercarse a las gentes y sobre sus mesas de trabajo estuvieran linternas recargables y no derroche de luminarias…
A saber, si seguirán en sus puestos bajo el próximo gobierno de Donald Trump. Lo dudo como también que el díscolo presidente y su “canciller” cubanoamericano no se pasen por el Arco de Triunfo lo acordado por ambas partes en La Habana y que data de 1984 más las respectivas actualizaciones.