El tiempo se agota. La Seda de Barcelona tan solo cuenta con una semana para esquivar el temido concurso de acreedores y el necesario acuerdo entre los prestamistas para refinanciar la deuda de la química catalana se sigue haciendo esperar. La falta de avances y la división cada vez más manifiesta con los accionistas de control portugueses golpean sin descanso la cotización de la compañía.
A lo largo de este mes de abril, el último que los acreedores han concedido a La Seda para no reclamar el pago de sus créditos por vía judicial, los títulos de la compañía han caído un sonoro 21%. Muy lejos queda el euro por acción de principios de año al que los analistas auguraban además una larga vida. Los expertos no contaban con tantas dificultades a la hora de refinanciar la deuda de la catalana y apuntan sin dudar a la irrupción del oportunista fondo estadounidense Anchorage Capital como principal escollo en las negociaciones.
Las diferencias entre los inversores yanquis y los portugueses de BA Vidro, accionistas mayoritarios de La Seda con un 20% de su capital, son más que evidentes desde que Carlos Moreira da Silva, representante de la firma lusa, abandonó la presidencia de la catalana. Un gesto que muchos gestores de carteras interpretaron como la retirada definitiva de sus esfuerzos por salvar la compañía a su modo, después de haber retirado ya la propuesta de una poco generosa OPA que dotase de cierta liquidez y reforzase la estructura de capitales de la compañía.
Ahora, según fuentes familiarizadas con el curso de las negociaciones, Anchorage estaría negociando a contrarreloj para conseguir que el resto de acreedores de la compañía -los yanquis se hicieron con un 40% de su pasivo en el mercado secundario- aprueben su propuesta para convertir los 230 millones de deuda que pesan sobre La Seda en nuevas acciones. Unas conversaciones que, aunque podrían ir por buen camino, podrían toparse después con la revancha de Moreira da Silva.
Los expertos recuerdan que la ampliación de capital como canje por deuda debe aprobarse en junta de accionistas. Una asamblea en la que los portugueses podrían hacer valer su poder para echar por tierra la iniciativa, aún a costa de estrechar aún más el cerco de los acreedores sobre una compañía que a día de hoy vale poco más de 19 millones de euros en Bolsa y en la que el volumen de negociación cada vez es más estrecho, pues solo los más arriesgados especuladores se aventuran a apostar en la compañía con una eventual declaración de concurso pisándole los talones.
En caso de que la propuesta de Anchorage llegase a buen puerto, el peso de los actuales accionistas de la química catalana quedaría relegado a un casi testimonial 8% del nuevo capital del grupo. Un pronóstico poco amable también para ellos, lo que explica la constante huida de inversores y la continuidad bajista del valor en las últimas semanas que ya les cuesta un 42% de pérdidas desde principios de año.
A media sesión de este martes, los títulos de La Seda llegaban a sufrir caídas del 7%. Los vendedores más activos eran Ibercaja, Banco Popular y Norbolsa. Mientras tanto, en las compras lideraban los gestores de CaixaBank, Mercavalor y Renta 4.