Benedicto XVII se ha convertido en un Papa de ‘quita y pon’. Y no sólo porque haya decidido renunciar a su cargo poco antes de cumplir ocho años como Sumo Pontífice, algo que no ocurría desde hace casi 200 años, sino porque en la sede de la Conferencia Episcopal su retrato ha sido retirado más rápido si cabe que como llegó.
Todo ocurrió el pasado lunes, cuando Benedicto XVI anunciaba que dejaría el Pontificado el 28 de febrero “por falta de fuerzas”. Aunque la noticia pilló a propios y extraños por sorpresa, en la Conferencia Episcopal Española que preside Antonio María Rouco Varela se pusieron a trabajar contrarreloj.
El también cardenal arzobispo de Madrid anunció que daría una rueda de prensa esa misma tarde para valorar la decisión del Papa, lo que obligó a la institución de los obispos a darse prisa para colocar en la sala en la que Rouco Varela se encontraría con los medios un gran cuadro de Joseph Ratzinger con las tradicionales vestimentas papales: el solideo eclesiástico, un casco de tela que sólo tapa la coronilla, y el simar, prenda de color blanco muy similar a una túnica que cuenta con una capa en la espalda.
Pero la pintura de Benedicto XVI que decoraba la sala no duró mucho. Tras la comparecencia del presidente del Episcopado los trabajadores de la institución lo retiraron rápidamente, lo que ha sido entendido por muchos internautas como una ‘señal’ del poco camino que le queda al Papa por recorrer en su papel de Sumo Pontífice.
