Los diarios católicos están, lógicamente, eufóricos y ya no hay más noticia que valga que el pistoletazo de salida de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Todo lo demás: el temor a una nueva recesión; la reunión entre Merkel y Sarkozy para tratar la crisis de la eurozona; el pastón, 22.000 millones de euros, que el Banco central Europeo ha destinado a comprar deuda pública para salvar a España e Italia de la quema de los mercados se queda en un discreto segundo plano, no así para El Mundo y El País que siguen muy pendientes de las decisiones que se tomen de cara a emprender una política fiscal común en la Unión Europea.
Pero todos estos problemas pueden esperar para un Abc que rezuma “¡Ilusión!” o para
La Razón que da “un millón de gracias a los peregrinos de todo el mundo que “ya inundan Madrid de alegría”, bueno de alegría y de molestias, tanto de tráfico como de aparcamiento. que no serán percibidas por los católicos, apostólicos y romanos, pero que a los que no lo sean provocarán algún que otro cabreo. Qué son tantos las y las restricciones a la circulación vial, que los madrileños a la hora de coger el coche deberán consultar el listado de calles cortadas para no llevarse una sorpresa.
Y si Abc dice que la JMJ es la “expresión inequívoca de la vitalidad del sentimiento religioso que une a millones de fieles en España y en todo el mundo”, El País trata de aguarles la fiesta recordando que aunque “los católicos siguen siendo mayoría, su número mengua cada año” y afirma que “según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) el 71,7% de los españoles se declaran ahora como tales, frente al 82,1% en 2001, mientras que los ateos y los no creyentes ya son uno de cada cuatro ciudadanos. Es un panorama muy diferente al que envolvió la última Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en España”. A pesar de esta jarro de agua fría, el de Prisa informa del evento con expresiones como que “el terremoto cristiano ha llegado ya a Madrid” o que arranca la fiesta del orgullo católico”. Frases que por comparación no sabemos cómo sonaran a los oídos más conservadores.
Acabamos con “ El acento” que dedica hoy El País a la nueva víctima mortal que se ha cobrado el toro bravo Ratón y un peligroso astado que vio, paradójicamente, como en lugar de ser retirado tras matar a la primera persona en 2006 su caché subió como la espuma y le ha valido ser considerado la estrella de muchas fiestas a pesar de que ha ido acumulando “un reguero de cogidas”. Hace notar el diario progresista que “contratar un animal por su sanguinario historial poco tiene que ver con la diversión. El espectáculo se envilece, no hay lugar para lo humano (no importan ni la muerte ni el dolor, pero tampoco hay lugar para la vergüenza). Y es ahí donde hace falta valentía y arrojo para acabar con la barbarie.” Sin comentarios.