Ya lo había dicho sin ánimos de autosuficiencia porque para nada me considero un especialista ni mucho menos un analista consagrado, que Panamá sería un botón de muestra de que Trump lo menos que aspiraba era a una guerra y sí al arte de la negociación con su característico modo de hacerlo que hasta un manual tiene de su autoría. Marco Rubio, secretario de Estado, cumplió con creces el mandato presidencial.
Duró poco la fingida bravuconería del presidente istmeño José Raúl Mulino cuando gritó a los cuatro vientos que la soberanía del Canal no se negociaba. Como aquel personaje llamado Poncio, de apellido Pilatos, se lavó las manos hasta el codo y dijo que eso no era asunto de gobierno, sino de esa comisión del Canal.
Con ello, se pasaba por su Arco de Triunfo, los tratados Torrijos-Carter (1977) en cuanto a la soberanía del cruce transoceánico.
Y vean ustedes lo que son las cosas de la vida. Esa presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, a la que resulta muy difícil interpretarle el rostro porque nunca se sabrá con certeza si está triste o contenta, ha tenido tino en demasía y lo que le falta a Mulino para enfrentarse a los dictámenes de geofagia del zar Trump.
Ella pausó la subida de los aranceles anunciados por Trump. Una negociación favorable para ambas partes. Cero armas de alto poder desde EEUU y cero drogas hacia el norte, operación militar conjunta entre ambos gobiernos. Como dice la canción de The Turtles en mis años mozos, Happy together. Esto, por el momento.
Otro tanto como el del primer ministro canadiense Justin Trudeau ya en retirada, que hizo gala de su nombre por su justa actitud. No son muchos los que se le han enfrentado a la voracidad del nuevo presidente estadounidense. Otro tanto, allá por Groenlandia, que nunca ha sido noticia salvo en un Atlas geográfico.
Cuba, como siempre, a la cabeza. A no dejar pasar una en su política exterior, aunque con muchas tareas pendientes de carácter interno que no requieren de ningún emisario extranjero para darles solución.
Estará por ver cómo transcurre este nuevo inicio de relaciones de Venezuela con EEUU que, hasta el propio Nicolás Maduro, tan locuaz y expresivo de cara al imperio, ha dado buenas señales a Trump al aceptar la llegada de los migrantes expulsados de ese país.
Así es la política como diría un borracho de esquina, con vaivenes y encontronazos. Tiempos difíciles con Donald Trump para muchos incluyendo a la UE, que requieren valentía y sabias decisiones de cara a los pueblos que gobiernan.