Los cantos de sirena de una nueva crisis económica cada vez emiten más alto. Los datos financieros de Estados Unidos de la última década confirman que el ‘dopaje’ empresarial se ha instalado en el mercado dejando de lado la denominada economía real.
En los últimos diez años, las recompras de acciones y los aumentos de dividendos en Wall Street han crecido un 300% mientras que la inversión empresarial en el país ‘apenas’ lo ha hecho al 50%. La buena imagen de la fachada seduce más que el interior de un edificio, que en este caso es un mercado que prioriza lo financiero sobre la economía real.
Según los expertos económicos que aglutina el Foro de Davos, esta realidad estadística podría ser el síntoma de un sistema que puede entrar en crisis en los próximos semestres. Los inversores y los empresarios buscan el rédito económico a corto plazo en detrimento de la esperanza de poder aumentarlo en una inversión a futuro.
En vez de invertir en mejorar los sistemas de producción o en profundizar el desarrollo tecnológico, las empresas están destinando el dinero a la recompra de sus propias acciones para provocar una subida en el valor bursátil y aumentar así la cantidad a repartir en dividendos entre los accionistas de la compañía.
Los Estados podrían aprovechar los tipos ultrabajos para revertir esta tendencia cortoplacista a través de generosas inversiones empresariales. Si bien este camino ahondaría en el endeudamiento de los países, el riesgo de la recesión es otro variable a tomar en cuenta.
“Los gobiernos deben trabajar junto con los bancos centrales para crear un entorno de crecimiento más sólido y sostenible. En lugar de incentivar la reflación de los precios de los activos solo a través de la política monetaria, los incentivos y las iniciativas fiscales deben fomentar la ingeniería real de la economía global en lugar de la ingeniería financiera de los últimos tiempos”, piden desde el Foro de Davos.
En este sentido, recomiendan a las economías desarrolladas reducir su ego y convertirse en economías ‘en desarrollo’ para aumentar su potencial de crecimiento. Una tendencia extrapolable a las empresas desarrolladas que también deberían convertirse en empresas ‘en desarrollo’ para mejorar la productividad y la rentabilidad a largo plazo.
Contexto para una revuelta
El informe global sobre competitividad 2019 de World Economic Forum asegura que el mundo se encuentra en un punto de inflexión social, ambiental y económico. El crecimiento moderado, las crecientes desigualdades y la aceleración del cambio climático “proporcionan el contexto para una reacción violenta contra el capitalismo, la globalización, la tecnología y las élites”, aseguran desde el Foro de Davos.
Hay un estancamiento en el sistema de gobernanza internacional y las crecientes tensiones comerciales y geopolíticas están alimentando la incertidumbre. Esto frena la inversión y aumenta el riesgo de choques en las cadenas de suministro, provocando picos repentinos de precios o interrupciones en la disponibilidad de recursos clave.
Los cuatro principales bancos centrales del mundo han intentado a lo largo de la última década romper esta inquietud con la inyección de dinero, una liquidez que puede haber contribuido incluso a desviar más capital hacia el mercado financiero en lugar de hacia inversiones para mejorar la productividad.
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