El IPC alcanzó en España una tasa interanual del 5,4% en octubre y a escala europea la situación no es mucho mejor, con una subida del 4,1% para el conjunto de la eurozona. Hasta el momento el Banco Central Europeo (BCE) ha asegurado que la situación es “transitoria” y que las subidas de los precios se moderarán en la primera mitad de 2022. Pero eso no tiene por qué suponer demasiado alivio para los trabajadores.
El dato del IPC es un dato acumulado. Eso significa que si el próximo año la tasa se sitúa en un 2% (el objetivo del BCE), será una subida de un 2% a sumar a la registrada en los años anteriores.
Sin embargo, el BCE teme que se produzcan los denominados efectos de segunda ronda: que los sueldos suban para igualarse a la inflación, provocando a su vez más inflación y generando una espiral alcista que acabe obligando al responsable de la política monetaria a elevar los tipos.
Un temor que contrasta con otro, el que tienen los trabajadores de no llegar a fin de mes o ver su capacidad de compra muy mermada. O como afirmaba recientemente IPSO, el sindicato de la plantilla del propio BCE, “incluso si el aumento de la inflación pudiera ser de carácter temporal -lo que todos esperamos-, no tenemos ninguna garantía de recuperar nuestras pérdidas” de poder adquisitivo.