Entre las conclusiones del análisis, publicado este jueves, también figura la estimación de que la demanda de hidrógeno crezca entre cuatro y seis veces de aquí a 2050, «impulsada principalmente por el transporte por carretera, el marítimo y la aviación», y se calcula que representará el 10% del consumo mundial de energía final en ese horizonte temporal.
A pesar del rápido crecimiento de la economía mundial y de la población, calculado en 2.000 millones de personas, se prevé que el crecimiento del consumo de energía se reduzca, «aumentando solo en un 14% para 2050».
Por otro lado, el informe apunta que el crecimiento futuro de las inversiones en energía estará impulsado «casi en su totalidad» por las renovables y las tecnologías de descarbonización.
En tanto, laa tecnología de captura, almacenamiento y uso del carbono (CCUS, por su siglas en inglés) se posiciona como «una de las palancas más adecuadas para la descarbonización», a partir de una penetración casi inexistente en la actualidad y con oportunidades de inversión que «superan a los mercados de gas natural licuado (GNL) actuales».
«Será necesario capturar de dos a cuatro gigatoneladas de CO2 mediante CCUS para el 2050, el equivalente al 10% de las emisiones actuales, para descarbonizar las industrias pesadas en las que los combustibles fósiles siguen desempeñando un papel importante», ha subrayado el socio ‘senior’ de McKinsey y líder de la práctica de Energía y Materiales en España y Portugal de la consultora, David González.
El análisis de la compañía también indica que energías como la solar o la eólica también se han visto impactadas por el desarrollo tecnológico y la optimización de la cadena de suministro.
«De hecho, el coste de la energía solar ya se ha reducido a la mitad, mientras que los costes de la energía eólica han disminuido en casi un tercio. Como consecuencia, el 61% de la nueva instalación de capacidad renovable ya tiene un precio más bajo que las alternativas de combustibles fósiles», asevera la consultora.
«Aunque todos los países comprometidos cumplan y alcancen sus objetivos de cero emisiones netas, aún se espera que el calentamiento global llegue a 1,7 grados. Para poder mantener el objetivo de los 1,5 grados las reformas y transformaciones deberían ser aún más ambiciosas», ha defendido González.
En ese contexto, Mckinsey destaca que en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26), 64 países que representan el 89% de las emisiones mundiales de CO2 han hecho compromisos de cero emisiones, mientras que las empresas del sector privado siguen aumentando sus objetivos de descarbonización.
Sin embargo, la consultora considera que en el camino hacia los 1,5°C es necesario que el sistema energético mundial «acelere de forma significativa» su transformación, pasando del uso de combustibles fósiles hacia la eficiencia, la electrificación y nuevos combustibles de manera más rápida que con los compromisos ya anunciados.
«Para ello será necesario un importante aumento en inversiones en todos los sectores y que las regulaciones que exigen una mayor proporción de energías renovables, CCUS, o combustibles sostenibles den el soporte necesario para estimular estas inversiones en el corto plazo», agrega la compañía.
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