La «Ciudad Maravilla» mutó en boca de lobo

Desde el Malecón

La «Ciudad Maravilla» mutó en boca de lobo

Salvo ligeros motines poblaciones que manifestaban su descontento e inconformidad, no ocurrió nada significativo y mucho menos tumultuario.

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Era de esperar. A nadie con dos dedos de frente se le hubiera ocurrido pensar que nunca sucedería. Y no porque lo advirtieran los expertos, sino las propias y vetustas centrales termoeléctricas que día por día  no dejan de presentar una avería además de un mantenimiento constante.

La isla toda, hablando clínicamente, sufriendo un agudo infarto en el propio corazón, en la economía, la política y en sus gentes que han visto y padecido desde hace años un deterioro constante del sistema eléctrico-energético de la nación sin una aplicación efectiva de las energías renovables.

Setenta y dos horas y más sin electricidad en el archipiélago insular desde las once de la mañana el pasado viernes y hasta igual tiempo del sábado en que comenzaron a llegar los primeros brotes de electricidad en contadas zonas de la capital para de inmediato volver a colapsar.

No era para menos la declaratoria de Emergencia y un conjunto de medidas a garantizar lo mínimo indispensable para la vida y… el estómago.

Fue así como en la barriada capitalina de Miramar, sede de las principales embajadas y empresas extranjeras, sólo estaban iluminados llamativos afamados restaurantes privados donde resultaba difícil encontrar mesa y sitio en la calle donde colocar el auto.

Salvo ligeros motines poblaciones que manifestaban su descontento e inconformidad, no ocurrió nada significativo y mucho menos tumultuario.

Sin embargo, las redes sociales se convirtieron en el escenario ideal para una auténtica colección de ocurrencias, críticas y maledicencias de todos colores.

Vivir en un edificio multifamiliar es presenciar diversidad de culturas y formas de pensar. En el mío, que fidelistas son mayoría sobre los canelistas, además de apáticos e indiferentes, no faltaron los disgustos a viva voz. Y deben creerme. Hubo un momento de lamentaciones por comida a punto de perderse a falta de refrigeración. Con la misma, la idea de meterlo todo en una cazuela de vecindad y hacer una fiesta hasta con música salida de una bocina con baterías junto a par de botellas de ron. Ninguno de los participantes tuvo tiempo de enterarse de que la ciudad comenzaba a tener electricidad. Tampoco del inminente colapso.

Ya hoy lunes, con luz en La Habana. Una verdadera y maligna “patología” eléctrica que tardará años en sanar y que cada cual asumirá como le venga en ganas.

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