Tal vez su temprana miopía le impidiera ver los precios del aceite y los trozos de pollo porque como ya es habitual, cuando su custodio-guardaespaldas abandona el sitio por alguna razón, le retira los lentes para llevárselos consigo. Tal están los amigos de lo ajeno en Cuba, a diestra y siniestra a pesar de que las autoridades policiales y jurídicas intenten convencernos de que no es así, que estamos equivocados. Error bastante frecuente en los últimos tiempos.
Por tal motivo me le acerqué para comentarle al ex Beatle que había de todo esa mañana de sábado en el parque, con los precios topados por el gobierno con el pollo, el aceite comestible, las pastas, salchichas y el detergente en polvo. Por mucho que intenté encontrar leche desnatada en polvo resultó baldío. Muy controvertida esta decisión según algunos economistas.
En plena inflación, con precios tanto estatales o privados que no se corresponden con el poder adquisitivo, salarios o pensiones, las cuatro cuadras que componen el parque Lennon estaban repletas de gentes. Y algo curioso, no curioseando, sino comprando. Lo mismo mangos que galletas colombianas de sal importadas.
De ahí, esa media sonrisa del músico que vaya usted a buscar alguna razón que me haga confesar que de sus labios brotaba la emblemática Imaginé que susurraba en inglés londinense que “no need for greed or hunger”.
Dicho en español: “No hay necesidad de codicia o hambre”. Un mensaje al gobierno y al sector privado.