El regulador británico (FSA) ha emitido ya su veredicto sobre los productos derivados que las principales entidades del país colocaron a inversores minoristas desde el año 2001 (las operaciones ascienden a un total de 28.000): en el 90% de los casos se podría considerar una estafa, dada la falta de información existente, y por lo tanto la banca tendría que compensar al cliente.
De este modo, la FSA ha ordenado a los cuatro grandes bancos del país –HSBC, Barclays, RBS y Lloyds- que revisen estas ventas y asuman las compensaciones pertinentes. El diario Financial Times asegura que todavía no se conoce la cantidad total que estos bancos tendrán que pagar, aunque Jeremy Roe, que es el presidente de Bully Banks, la asociación que representa a buena parte de los afectados minoristas, estimaba esta semana que los costes ascenderían hasta los 1.750 millones de euros(unos 1.500 millones de libras), según informó EL BOLETÍN este miércoles.
La prensa local informaba esta semana de la naturaleza concreta del caso: los bancos mencionados vendieron en la última década productos derivados a miles de pymes, entre las que se incluyen varias tiendas típicas de “fish and chips” y negocios parecidos. Estos productos se colocaron incluyéndose en la concesión de líneas de crédito, y los receptores no fueron informados de todos los riesgos que encerraba lo que estaban adquiriendo.
Se supone que los derivados adquiridos tenían que protegerles contra una posible subida de los tipos de interés, sin advertir que, de suceder lo contrario, perderían dinero. The Telegraph, explicando lo acontecido, asegura que las pérdidas han sido “enormes” para todos estos clientes. Otra de las quejas es la forma en que estos productos fueron colocados: utilizando vendedores expertos “muy motivados”. Los bancos parecen dispuestos a aceptar su parte de culpa y compensar a los minoristas afectados.