El acuerdo al que se ha llegado en Bruselas sobre la llegada de un supervisor bancario único al Viejo Continente demuestra que la desconfianza que algunos expertos tenían depositada en el sector bancario alemán estaba más que justificada. Angela Merkel ha logrado en el compromiso alcanzado dos concesiones: que el Banco Central Europeo (BCE) no pueda escrutar las cuentas de sus bancos regionales y que la entrada en funcionamiento de las labores de supervisión sea establecida para después de las elecciones alemanas.
Tras 14 horas de negociaciones, los países del euro y aquellos de la UE que quieran apuntarse al proyecto han aceptado que Merkel se salga con la suya. De este modo, el mencionado supervisor bancario no podrá comenzar a operar como pronto hasta el 1 de marzo del 2014. Por su parte, el BCE no podrá vigilar a las entidades bancarias con unos activos superiores a los 30.000 millones de euros o al 20% del Producto Interior Bruto (PIB) de sus respectivos países. Lo cual excluye, como ya se ha indicado, a las conocidas como ‘cajas de ahorro alemanas’ o ‘landesbanken’.
Estas dos concesiones, que eran las que Alemania exigía para firmar el papel, avalan las teorías expuestas por Michael Lewis, un antiguo ‘broker’ del banco de inversión ya desaparecido Salomon Brothers que actualmente colabora para diversas publicaciones estadounidenses (Vanity Fair, la agencia financiera Bloomberg y el diario The New York Times).
Lewis, en un libro recién editado –»Boomerang», de la editorial Deusto- cita a un economista alemán que da clases en la Hertie School of Governance, llamado Henrik Enderlein. Este experto argumenta cómo «al principio muchos observadores creían que los bancos alemanes estarían relativamente menos expuestos a la crisis» pero que sin embargo «sucedió todo lo contrario». Y explica: «Los bancos alemanes acabaron contándose entre los más afectados de la Europa continental y eso pese a unas condiciones económicas relativamente favorables».
La tesis que defiende Lewis en su obra es que «los alemanes, a través de sus banqueros, emplearon su propio dinero para hacer posible que los extranjeros se comportaran como unos locos». «Si simplemente hubiese sido la única nación grande y desarrollada con una ética financiera decente, darían una imagen concreta de simple rectitud. Pero habían hecho algo mucho menos común: durante el boom los banqueros alemanes hicieron lo indecible por ensuciarse», escribe el autor.
En esta línea, algunas voces del mercado consultadas recientemente por EL BOLETÍN han valorado el supuesto agujero negro registrado actualmente en las ‘cajas alemanas’ en unos 250.000 millones de euros «como mínimo». Las fuentes consultadas aseguran que ese es precisamente el principal problema del país. «De momento este es el elefante dentro de la tienda de chinos al que nadie parece prestar atención porque mantienen su liquidez, aunque habrá que ver por cuánto tiempo hasta que se les exija cumplir con ciertos requisitos de capital». De momento parece que se van a librar.
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Alemania ‘admite’ que tiene problemas con sus bancos
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