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El agujero de las ‘cajas’ alemanas podría ascender hasta los 250.000 millones de euros

Angela Merkel no quiere ningún supervisor bancario dibujándose en el horizonte. Por eso ha forzado a sus socios europeos a aceptar la realidad: que dicha institución se formará, como pronto, en 2014. ¿Por qué este empeño de la canciller en retrasar este mecanismo de control? Uno de los motivos podría ser la cifra que barajan algunas voces del mercado consultadas por EL BOLETÍN: los landesbank (el equivalente a las cajas de ahorro en España) tienen un agujero negro valorado en, como mínimo, 250.000 millones de euros.

Las fuentes consultadas aseguran que ese es precisamente el principal problema del país. «De momento este es el elefante dentro de la tienda de chinos al que nadie parece prestar atención porque mantienen su liquidez, aunque habrá que ver por cuánto tiempo hasta que se les exija cumplir con ciertos requisitos de capital». «¿Cuánto capital necesitarían? Las primeras estimaciones hablan de 250.000 millones de euros, y eso sólo parece una fracción del total».

El caso del WestLB es paradigmático. La Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés) ya advirtió a principios del pasado mes de julio que había que tener cuidado con esta entidad financiera alemana. Y es que por aquel entonces Berlín ya llevaba varios meses tratando de vender este landesbank por separado a diversos compradores. Sin embargo, muchas de las operaciones no conseguían llegar a buen puerto dada la cantidad de productos derivados (muchos de ellos ‘tóxicos’ ahora mismo) que arrastraba.

Sin embargo, no sólo en estas entidades financieras de circunscripción regional hay nubes de tormenta. El problema va más allá. «Durante cuatro años los bancos alemanes han acumulado activos periféricos del sur y el este de Europa en un esfuerzo realizado para mejorar sus márgenes y beneficios», han asegurado estas personas, que han puesto de ejemplo el caso del Hypo Real Estate.

Otro caso que se comenta en parqués y oficinas de operaciones es el del Commerzbank, el segundo mayor banco del país por el volumen de sus activos, que «ha sido nacionalizado parcialmente por la República Federal alemana a través de una participación del 23,99% que se ha vendido como una inversión en títulos». Esta entidad es «uno de los bancos sistémicos del país que caerá bajo el escrutinio de ese regulador único». En cuanto empiece a funcionar, claro.

Las sospechas sobre el mal estado del sector financiero alemán, y en concreto el de las cajas alemanas, que sostienen estos operadores del mercado se ven avaladas, a su vez, por Michael Lewis. Este antiguo ‘broker’ del banco de inversión ya desaparecido Salomon Brothers, actualmente editor de Vanity Fair y colaborador de la agencia financiera Bloomberg y del diario The New York Times explica, en su libro «Boomerang» (editorial Deusto), lo que le ha pasado a la banca alemana.

Citando a un economista alemán que da clases en la Hertie School of Governance, llamado Henrik Enderlein, Lewis argumenta cómo «al principio muchos observadores creían que los bancos alemanes estarían relativamente menos expuestos a la crisis». Sin embargo, según Enderlein, «sucedió todo lo contrario»: «Los bancos alemanes acabaron contándose entre los más afectados de la Europa continental y eso pese a unas condiciones económicas relativamente favorables».

La tesis que defiende Lewis en su obra es que «los alemanes, a través de sus banqueros, emplearon su propio dinero para hacer posible que los extranjeros se comportaran como unos locos». «Si simplemente hubiese sido la única nación grande y desarrollada con una ética financiera decente, darían una imagen concreta de simple rectitud. Pero habían hecho algo mucho menos común: durante el boom los banqueros alemanes hicieron lo indecible por ensuciarse», escribe el autor.

No obstante, en Alemania parecen estar contentos. A pesar de que su crecimiento económico se puede ver severamente afectado por la mala situación que atraviesan sus socios europeos (debido a un descenso de sus exportaciones en la zona del euro), el hecho de que la crisis de la región haya convertido al país en un valor refugio para los inversores que apuestan por deuda soberana ha conseguido que sus costes de financiación se hayan abaratado notablemente en los últimos años.

Los bonos a diez años de Alemania, que es la principal referencia en los mercados de deuda, cotizan a un interés que se encuentra entre el 1,5% y el 1,7%. Y ha llegado a subastar estos papeles por un 1,42%. Mientras tanto, España sufre unos costes de financiación que se traducen en un 5,5% de rentabilidad ofrecida, y eso sólo en los últimos días, con las aguas en calma. Hace varias semanas esta cifra superaba el 6%.

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B.B.

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