La locomotora alemana ha perdido su velocidad de crucero y no puede permitirse la ruina de algunos de los clientes que mantienen con vida parte de sus exportaciones. Como los países de Europa del Este, por ejemplo. Una especie de protectorado que, como paso en 2009, vuelve a enfrentarse a la posibilidad de una recesión por la falta de crédito. Por eso Alemania intenta obligar a las entidades occidentales a que no repatrien los beneficios que consiguen allí.
El problema reside en que el 80% de los préstamos que se conceden en el área provienen de estas entidades, cuyos problemas de solvencia y capitalización han provocado un vaciado general del dinero de sus filiales en la región que alcanzó su velocidad de crucero en los últimos compases de 2011, cuando la retirada de fondos llegó a un volumen de 35.000 millones de euros.
Angela Merkel quiere detener la sangría y se ha puesto manos a la obra. Durante los últimos días una delegación conjunta del FMI, El Banco Mundial y la Comisión Europea ha mantenido intensas reuniones con representantes de los grandes bancos del área euro con intereses en el Este de Europa. Las reuniones intentan reflotar la iniciativa de Viena que hace sólo tres años evitó un colapso del crédito en la región.
Las instituciones multilaterales buscan un compromiso de las compañías privadas similar al conseguido en 2009, en virtud del cuál, estas últimas aceptaron no retirar dinero de sus filiales en el área para impedir que las actuales dificultades de países como Rumanía o Polonia contagien a una zona que, hasta hace muy poco, parecía en el camino de la recuperación económica.