La propuesta de Bruselas de establecer un impuesto en las transacciones financieras que se realicen dentro de la región no ha sentado nada bien en Londres. La Citi, principal bastión de la industria de los hedge funds que operan en el Viejo Continente, ha montado en cólera y el Gobierno británico, liderado por el conservador David Cameron, no ha apoyado la propuesta de Jose Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, al defender que una tasa de estas características debe ser impuesta de forma global.
Contra la opinión de Londres se han situado Francia y Alemania. Los dos principales motores económicos del euro defienden que el nuevo impuesto recaudará hasta 55.000 millones de euros anuales que contribuirán a fortalecer la estructura de la divisa comunitaria, fuertemente dañada por la crisis. Según la propuesta de Bruselas, las transacciones que afecten a bonos o acciones conllevarán el pago del 0,1% de su valor total. Ambas partes -incluso si una de ellas se encuentra fuera de la UE- correrán con el gasto.