Los fondos estadounidenses del mercado monetario, prestamistas habituales de la gran banca europea, llevan meses retirando el dinero que tenían invertido en estas entidades financieras y sin refinanciar a su vencimiento los préstamos que tenían concedidos, ni siquiera a tipos más altos. La necesidad de devolver en dólares estas cantidades que suman grandes volúmenes a corto plazo, ha complicado más la situación de las principales entidades alemanas y francesas, que acumulan muchas operaciones de este tipo en el país norteamericano y se enfrentan en paralelo a la posibilidad, cada vez más cercana, de anotarse también pérdidas cuantiosas en su cartera de deuda soberana europea.
No sólo es Grecia, tampoco la necesidad de elevar los coeficientes de solvencia motivada por las cuestionadísimas pruebas de resistencia anuales que les impone la Autoridad Bancaria Europea. Los problemas de liquidez a corto plazo de las entidades financieras europeas se ven ahora complicados por la reticencia de sus acreedores estadounidenses a renovar los créditos, según era la operativa habitual. Tienen miedo de que les lleguen las pérdidas.
Las recientes caídas del valor del euro, un 7% en los últimos meses, también resultan perjudiciales para los bancos europeos. Necesitan emplear más monedas únicas para conseguir los dólares que deben devolver. Aún así, la alta cotización del euro en los últimos tiempos, por encima de las 1,40 unidades de promedio, que ha contribuido a frenar el crecimiento económico alemán y a expandir de nuevo el pesimismo en toda Europa, les había beneficiado. Prácticamente sólo a ellos. Los exportadores, los principales contribuyentes al crecimiento del PIB teutón, han sufrido y sufren por culpa de la pérdida de competitividad por precios que les acarreaba esta situación.
Finalmente, como también ha certificado hoy Moody´s con su rebaja de rating a Societe Generale y Credit Agricole, la inacción política ha desembocado en la peor situación posible: la economía se ha frenado y las entidades financieras están en una situación muy complicada. La única esperanza que queda a corto plazo es que, como ya ha sucedido en un par de ocasiones en estos tres años y medio de crisis, la Reserva Federal de EEUU abra una barra libre de dólares que alivie la situación de los bancos europeos. Si no la intervención será inevitable y, una vez más, el dinero de los contribuyentes tendrá que ser utilizado en reflotar la banca en lugar de en crear empleo.