El verdadero estado de salud de la economía estadounidense es una incógnita. Algunos datos macroeconómicos parecen indicar que la recuperación pierde aliento y, sin embargo, algunos resultados empresariales indicarían lo contrario. Ese contexto ha hecho que cobre mayor importancia la comparecencia ante el Comité Bancario del Senado que realiza hoy el presidente de la FED, Ben Bernanke, cuyo testimonio aportará algunas claves.
La fundamental, para los operadores es saber si su percepción de la economía estadounidense es negativa y, por lo tanto, se decanta por mantener los tipos de interés en cifras parecidas a las actuales. En ese caso, los activos en dólares perderían algo de atractivo, con la posible excepción de la deuda pública, cuyo diferencial con los bonos del Tesoro alemán ha evolucionado a la baja en las últimas sesiones.
Para algunos operadores Bernanke se mueve ahora con ciertas dificultades entre la opción más conservadora de pedir recortes del gasto público o apoyar un mantenimiento del estímulo Los resultados empresariales del segundo trimestre muestran aún una cierta debilidad de la demanda que condiciona el panorama y, a pesar de ello, se buscan soluciones con restricciones de crédito, paro, rebajas salariales y recortes del gasto público, unas medidas que quizá sirvan para que aumente el volumen de ahorro global, pero que no parecen propiciar las compras individuales o el renacer del consumo que supone dos terceras partes del PIB de EEUU.
La comparecencia del principal banquero central del mundo ante la Cámara Alta de EEUU se desarrollará, además, en un día muy especial para el actual inquilino de la Casa Blanca. El momento en que por fin estampará su firma sobre su Ley de Reforma del Sistema Financiero. En el discurso de hoy, Obama ha cambiado un tanto su argumentario habitual para centrarse en uno de los aspectos de este texto legal que, pese a haber quedado también muy rebajado, tiene bastante parecido con la idea original: la creación de una Oficina de Protección del Consumidor Financiero.
Hito histórico que, en su línea grandilocuente habitual, ha sido descrito por el inquilino de la Casa Blanca como el mayor mecanismo de protección al consumidor creado en la historia de EEUU. Más allá de su posible valor simbólico, esta Oficina va a encargarse primero de preparar los nuevos reglamentos sobre créditos hipotecarios y tarjetas de crédito y, después supervisar su correcto cumplimiento. No tendrá potestad alguna, sin embargo, sobre otro buen montón de operaciones de banca minorista en las que, en principio, parecía destinada a intervenir, como los créditos al consumo, o los préstamos personales avalados por acciones. La nueva Oficina dependerá de la Reserva Federal, aunque contará con cierta autonomía de actuación y debería estar plenamente operativa, aproximadamente en un año, según el calendario de la Casa Blanca.
Todo estaba previsto desde ayer. Hoy, poco después de la apertura de Wall Street, el presidente de EEUU, Barack Obama, ha firmado su descafeinada Ley de Reforma Financiera, ya conocida como Ley ‘Dodd-Frank’, en un acto solemne que se ha celebrado en el Edificio Ronald Reagan, muy cercano a la Casa Blanca, ante 400 invitados de la élite política y financiera del país, entre los que se encuentran, parlamentarios, líderes empresariales y figuras de relevancia en el sector bancario internacional como el presidente de Barclays, Bob Diamond.
Si la opinión mayoritaria de las quinielas que circulan estos días por los medios especializados termina por confirmarse, Obama optará por Elizabeth Warren para que ocupe la presidencia de la Oficina de Protección al Consumidor Financiero. Sería un premio por la buena gestión desarrollada al frente del famoso programa de reflotamiento de activos bancarios problemáticos (TARP, por sus siglas en inglés) y un intento de encontrar una persona aceptable para Wall Street.