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El principal sindicato británico media para evitar la fractura del laborismo

La mayoría del grupo parlamentario acepta una tregua en su golpe contra el liderazgo de un Corbyn que apoyado por las bases se niega a dimitir Len McCluskey, el secretario general desde 2011 de Unite, el mayor sindicato británico, se acaba de convertir en el hombre clave al lograr fraguar una tregua entre las diferentes facciones que enfrentan en una guerra fraticida al laborismo británico. Un objetivo que logró ayer, a última hora de la tarde, tras reunirse con el líder del partido, Jeremy Corbyn, y el número dos del grupo parlamentario, Tom Watson, quien persigue la dimisión de ‘su jefe’.

A partir de ahora, dará comienzo un proceso de negociaciones formales en el que tomarán parte miembros del comité nacional ejecutivo y del grupo parlamentario laborista, así como de representantes sindicales afiliados al partido. Pero el objetivo que parecen mantener los prebostes del principal partido de la izquierda británica continúa siendo el mismo: que Corbyn no llegue como líder a las próximas elecciones.

A estas alturas, parece imposible que Corbyn consiga recuperar el apoyo de la mayoría de diputados laboristas que la semana pasada votaron abrumadoramente en contra de su permanencia como líder del partido en una moción de no confianza. Hasta el 81% del grupo parlamentario se manifestó en contra de su líder al tiempo que coordinaban la dimisión en cadena de la mayoría de su Gobierno «en la sombra».

Una situación que se explica en parte por el complejo juego de equilibrios al que responde las particularidades del sistema de elección del partido laborista en el que su líder, escogido por un sistema de tres tercios entre sindicatos, afiliados individuales y diputados; ni tan siquiera tiene la potestad de escoger a su número dos en el grupo parlamentario. Así las cosas, según The Guardian, la mayoría del grupo parlamentario de Corbyn tan sólo parece dispuesto a ofrecerle un cese temporal de las hostilidades y siempre y cuando éste se comprometa a renunciar antes de las próximas elecciones.

Un fecha que quizá no sea tan inmediata como se preveía tras el resultado del referéndum del ‘Brexit’ que motivó la dimisión ‘en diferido’ del primer ministro británico, David Cameron, pero que pone de manifiesto lo inoportuno de momento escogido por el gran partido de la izquierda británica para despedazarse a sí mismo. Es decir, cuando ni tan siquiera han pasado dos semanas de la gran derrota de su principal rival, al fin y al cabo promotor de una consulta que perdió; y existirían condiciones para reclamar unas nuevas elecciones que les podrían devolver al frente del Gobierno.

De hecho, si no fuese por el lamentable espectáculo en las filas laboristas, la atención informativa de estos días habría estado concentrada en los problemas de liderazgo del partido conservador después de que también la pasada semana, el pricipal favorito para suceder a Cameron, su compañero de pupitre en el elitista internado de Eton y antiguo alcalde de Londres, Boris Johnson, renunciase a competir por un puesto que ya parecía reservado para él. Todo ello, tras un nuevo golpe palaciego protagonizado por su supuesto aliado, el ministro de Justicia, Michael Gove, quien tras reconocer que no se consideraba preparado para el puesto de primer ministro, opta ahora a él.

O incluso, en las filas del aún más conservador Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), cuyo líder Nigel Farage también ha renunciado esta misma semana; conservando eso sí, su bien remunerado puesto de Europarlamentario pese a ser uno de los más ardientes defensores de la salida de Gran Bretaña de la UE. Y es que los grandes promotores del ‘Brexit’ han demostrado en estos días que no estaban preparados para ganar el referéndum y afrontar las consecuencias.

Les tocaría ahora, de ser consecuentes, gestionar la salida del Reino Unido de la UE, después de realizar en campaña una serie de promesas que no podrían cumplir ya que básicamente se resumían en mantener todas las ventajas de la permanencia a la Unión sin asumir ninguna de sus obligaciones y en estimaciones económicas sin una base real. Sin embargo, cómo sólo haría un buen amigo, en lugar de ajustar cuentas con sus teóricos rivales políticos, el ‘establishment’ laborista prefirió unirse a la tónica dominante y centrar sus esfuerzos en conspirar contra el lider de su propio partido.

El motivo ‘oficial’ han sido las acusaciones a Corbyn, quien siempre se ha manifestado escéptico respecto a la forma en que se ha realizado el proceso de construcción europea, de no realizar una campaña lo suficientemente entusiasta en favor de la permanencia del Reino Unido en la UE. No obstante, la realidad es que hasta dos tercios de los simpatizantes laboristas votaron a favor de la permanencia, según YouGov.

Un porcentaje que parecería difícil de superar por cualquier campaña si tenemos en cuenta que incluso un 32% de los votantes de minorías raciales optaron por escoger la salida de la Unión, pese al carácter indudablemente xenófobo que acabaron tomando los principales argumentos detrás de esa opción. Y un porcentaje en cualquier caso mucho más cercano al 68% atribuído a los simpatizantes de los liberal demócratas, partido entusiastamente pro UE, que al 39% de los del Partido Conservador, cuyo lider, de todas formas, también defendía la permanencia.

Por ello, más que probablemente la explicación a estos movimientos conspirativos haya que buscarla en que el ‘establishment’ laborista nunca ha aceptado de buen grado a un líder que, pese a ser elegido con el mayor apoyo popular en la historia de ningún partido político británico, está situando claramente a la izquierda de las posiciones a las que éstos han ido evolucionando desde que Tony Blair se hizo con el liderazgo de sus filas. De hecho, el activista político Richar Seymour considera que simplemente estamos asistiendo a un «golpe bien planificado» para acabar con Corbyn que, de esta forma, no tendría que ver con el resultado del referéndum, sino con las posiciones políticas que éste defiende.

Una hipótesis que no parece en absoluto descabellada si tenemos en cuenta que las inconsistencias en la versión de quienes han liderado el golpe ya han comenzado a aflorar. Así, la diputada laborista Angela Eagle, quien junto al también parlamentario, Owen Smith, se promueve como la principal candidata a sustituir a Corbyn, citó como causa de su dimisión como miembro del «gobierno en la sombra» la expulsión del mismo de Hilary Benn.

Sin embargo, Eagle había registrado una página web en la que promovía su liderazgo «Angela4Leader» dos días antes de esos hechos. En este mismo sentido, no deja de ser tampoco significativo que Benn fuese cesado de su puesto precisamente por las sospechas de que estaba planificando un golpe contra Corbyn.

https://twitter.com/DougieMacM/status/748542937139679232

Así las cosas, el escenario actual apunta a una amenaza real de escisión entre los laboristas ya que se producen situaciones tan paradójicas como que mientras gran parte de sus principales representantes institucionales planean este tipo de maniobras, miles de simpatizantes del partido se manifiestan en apoyo de Corbyn en la plaza del parlamento pidiendo la dimisión de ‘los conspiradores’. Y no deja de ser simbólico que la sección local de la circunscripción por la que fue elegida diputada Eagle se ha manifestado en apoyo del actual líder laborista.

Así, el resentimiento del ‘establishment’ laborista hacia el liderazgo de Corbyn hace sospechar que no se contentarán hasta forzar una nueva elección en la que incluso intentarían impedir su candidatura al carecer éste del apoyo de un número de diputados suficientes que la respaldasen. Una condición, que, para mayor esperpento, tampoco está claro que debería regir para quien posee el actual liderazgo, según las reglas laboristas.

Sí está claro, sin embargo, que pretender renovar el liderazgo al margen de quien hace tan sólo unos meses obtuvo un respaldo abrumador, seria una vía segura para alejar del partido a cientos de miles, cuando no millones, de simpatizantes. Valga como ejemplo que tan sólo la semana pasada 60.000 nuevos afiliados se dieron de alta en las filas laboristas en apoyo de Corbyn.

Por ello, voces tan significativas entre la izquierda británica como Owen Jones consideran que la única salida a estas alturas es la de un pacto del que emerja un nuevo liderazgo que cuente con el respaldo de Corbyn, pero que tampoco despierte los recelos que éste suscita entre la parte del laborismo más asociada con el ‘blairismo’. Una opinión que, por cierto, ha generado estupefacción entre gran parte de los seguidores del joven analista y periodista británico ya que estaba considerado uno de los principales apoyos mediáticos del actual líder laborista.

Jones ha explicado, sin embargo, que su plan siempre fue que Corbyn liderase la reconstrucción del partido hasta aproximadamente 2018, en que debería haber dado paso a un liderazgo «más joven» y con capacidad de generar mayor cohesión. Pero ese escenario era el previsto para el caso de que los acontecimientos no se hubiesen visto superados por el ‘Brexit’.

Tras el resultado de éste, se levantaron las especulaciones en torno a un adelanto de las próximas elecciones presidenciales que, de otra forma, deberían tener lugar en 2020. Y, con ellas, se abrió una caja de Pandora entre los laboristas que ya no parece factible de cerrar incluso cuando el escenario electoral ya no parece tan probable después de que los principales candidatos a suceder a Cameron como líder del Gobierno conservador hayan restado importancia a la necesidad de legitimarse por esa vía.

Así las cosas, la confrontación total en el principal partido de la izquierda británica tan sólo parece haber quedado retrasada, gracias al esfuerzo de voces tan destacadas como la ya señalada de McClusky o la de John Prescott. De esta forma, el que fue Vice Primer Ministro del Reino Unido y Vicepresidente del Partido Laborista, también intercedió en el conflicto al señalar que, pese a que él tampoco cree que Corbyn sea el líder que necesita su partido, tiene el mandato democrático para desempeñar esa función y necesita tiempo para demostrar si puede hacerlo efectivamente o no.

Prescott denunció también que, desde la elección de Corbyn, un grupo de diputados ha tratado de desastabilizarle constantemente. Por ello, pese a que el líder laborista ha anunciado su intención de trabajar «con aquellos diputados que no aceptaron su elección» e incluso de afrontar una nueva elección frente a quiénes se opongan a él, la tregua de estas últimas horas tan sólo parece tener visos de ser duradera si finalmente renunciase a presentarse a la misma.

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El principal sindicato británico media para evitar la fractura del laborismo

David P. Fernández

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