Desde Oslo a Madrid, el trabajo compara un total de trece ciudades para medir la distancia física entre grupos poblacionales con poderes adquisitivos muy distintos. Un equipo internacional de científicos financiados por el Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés) ha comparado la evolución de 13 ciudades europeas, entre ellas, Ámsterdam, Atenas, Estocolmo, Londres, Madrid y Milán entre los años 2001 y 2011. El trabajo ha llegado a la conclusión de que la mezcla social está disminuyendo en muchas áreas urbanas. También destaca que la desigualdad socioeconómica ha causado que las personas con diferentes rangos de ingresos vivan cada vez más alejados los unos de los otros.
«Esta segregación espacial entre ricos y pobres puede convertirse en un caldo de cultivo para la incomprensión y el malestar social», advierte Van Ham, investigador becado por el ERC y coautor del estudio.
«Los disturbios recientes en París, Londres y Estocolmo no pueden considerarse sin tener en cuenta las concentraciones de pobreza en estas ciudades y nuestro estudio demuestra que el problema está creciendo”, sostiene.
Los equipos de investigación examinaron datos como el nivel de ingresos y la disponibilidad de puestos de trabajo. Además, vincularon a la evaluación la situación local y política, única en cada ciudad.
Etnicidad y segregación
Aunque el estudio se centra en la segregación por ingresos, también prueba que la etnicidad puede tener una influencia clara en el aumento de la desigualdad. Este es el caso de Tallin (Estonia), donde las comunidades desfavorecidas con altas concentraciones de grupos de bajos ingresos están habitadas, en gran parte, por población rusa. En contraposición, los autores destacan los bajos niveles de segregación en las capitales bálticas de Riga y Vilna.
El trabajo sostiene que la segregación socioeconómica reduce el poder competitivo de las ciudades. Cuando es posible, los residentes de clase media tienden a abandonar los vecindarios de bajos ingresos. Esto acelera el proceso de segregación, por lo que las ciudades son más susceptibles a la agitación social y menos atractivas como áreas para la localización de negocios.
Van Ham explica que una cantidad limitada de segregación no tiene por qué ser algo malo, pero que los extremos deben evitarse. Según el investigador, se necesita una mayor financiación en los barrios y comunidades, pero sobre todo una reducción de la desigualdad con una mayor inversión en educación y movilidad social.
«Esto no es una cuestión de capacidad sino de voluntad. La segregación es en parte el resultado de decisiones políticas, y es el mismo sistema político el que puede revertir el proceso”, concluye.
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