Nada sorpresivo donde las cosas aparecen y desaparecen. Si algo abunda hoy, mañana se extingue. Ahora mismo, el pollo.
En la mejor tierra del mundo para el cultivo del habano y sus derivados como el cigarrillo negro o rubio y la picadura para pipas resulta titánico llevarse uno a los labios en plan de alegría o pesar porque eso, al igual que el ron, posee esa rara virtud de acomodarse a las circunstancias.
Según los especialistas, esto de fumar, tan combativo en medio mundo, resulta muy difícil de erradicar en el ya consagrado adicto. Las campañas, para que tengan éxito, deben ir dirigidas a los que nunca lo han intentado.
Algo positivo debe tener el exhalar el humo. Hace un tiempo me confesaba el subdirector del hospital psiquiátrico nacional que a no pocos pacientes se les ofrecía cigarrillos buscando también su estabilidad emocional. Y tal como andan las cosas por Cuba, hay que fumar, aunque no estemos en ingreso ni bajo supervisión de un especialista en vías respiratorias.
La cajetilla o paquete, antes de su desaparición a lo Houdini, ya estaba a 350 pesos cubanos, casi la quinta parte de una jubilación. Hoy, en torno a los 380-400, ni se encuentra en el emblemático Hotel Nacional de Cuba. Turista que desee probarlo tendrá que recurrir a un caramelo inundado de azúcar y no nacional, sino de exportación, llegado desde Colombia.
Como ya es costumbre en esto y otros aspectos de cardinal importancia, los medios oficiales callan para dar pie a múltiples conjeturas populares. De ellas, que si el huracán levantó el techo de la principal fábrica o que la empresa mixta se niega a sacarlos de los almacenes hasta tanto no le sean saldadas las deudas.
Salir fumando a la calle es prepararse para todo tipo de embate en personas que indagan de dónde los sacaste. De acuerdo a su nivel educacional, te piden o exigen que les regale o le vendas uno por 20 ó 25 pesos. Lo he experimentado a tal punto que, como mago de circo, fumo con el cigarrillo escondido en la mano. No por avaricia, sino por vergüenza nacional.
Nada, que a chuparse el dedo y que el humo salga por la cabeza. Más salud y menos preocupaciones dirán algunos hasta que en estos días, por cartilla de racionamiento, vengan par de cajetillas por consumidor.
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Imposible fumar en las calles habaneras
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