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Elecciones o… milagro

El PSOE y Unidas Podemos han agotado la última posibilidad de un acuerdo que permita la formación del Gobierno antes del día 23, la fecha límite. La actitud intransigente de ambos partidos, los podemitas empeñados en entrar en el Gabinete con todas las prerrogativas, y los socialistas obstinados en gobernar en solitario, sin compañeros incómodos. Su argumento es bien conocido: entienden que una coalición implicaría la difícil coexistencia entre dos grupos de ministros con planteamientos en bastantes aspectos contrarios: dos gobiernos en uno.

El fracaso de la negociación celebrada el martes no ofrecía grandes perspectivas, pero la esperanza es lo último que se pierde. En el PSOE, que anticiparon que no aceptarían ni coalición ni apoyo gratuito –que supondría iniciar la Legislatura sin respaldo posterior– se mantuvieron firmes en la oferta de pactar un programa de izquierdas, que incluiría varios puntos con los que Podemos ha competido en las elecciones, una oferta que los negociadores de Podemos rechazaron.

O ministros, o nada. Sería el resumen: si no se produce un milagro – y en política nunca es descartable, aunque el tiempo es poco proclive a los milagros – habrá que volver paradójicamente a lo que nadie quiere, ni los partidos, ni los ciudadanos de las más variadas ideologías: unas elecciones generales anticipadísimas, que serían las cuartas en cuatro años y, lo peor, que nada garantizan a priori. Una solución mala, pero la única que la Constitución contempla.

Quedan apenas diez días para que la sensatez de alguien consiga evitarlas. El proceso que implicará una última ronda de consultas del Rey con los líderes de las diferentes formaciones que de partida no ofrece muchas posibilidades de que se desbloqueé la situación. Que lo intente otro aspirante a presidente no tendría posibilidades aritméticas de prosperar. Queda un resquicio, apenas, estrecho y remoto.

Sería que, igual que ocurrió en la Legislatura anterior –después de celebrados los segundos comicios—que algún grupo o grupos asuman en el último momento la necesidad de evitarle al país y a sus ciudadanos los problemas y perjuicios que sufrirá prolongando la interinidad del actual Gobierno varios meses más. El argumento para cambiar su rechazo por una abstención existe y muchas personas sin duda lo valorarían como una actitud patriótica.

Nunca es descartable, aunque muy poco viable y probable. Las relaciones entre los principales partidos están muy enconadas. Las líneas rojas y la intransigencia están marcadas desde la campaña electoral y, lejos de suavizarse, reafirmadas si cabe con mayor contundencia en estos meses largos que llevamos de espera. Así que habrá que ir agendando para el diez de noviembre acudir a votar. Salvo, por supuesto, que el milagro, ya que no bíblico, político, nos sorprenda.

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Elecciones o… milagro

Diego Carcedo

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