Que alguien, incluyendo al poeta que públicamente cantó que “cualquier información bien la voy a pagar” en torno a la desaparición del Unicornio, me diga en qué sector oficial, estatal, informal o “por cuenta propia”, que ya no es tan de moda la palabrita, se pueda conseguir sosiego.
Enemigos y adversarios del gobierno en Cuba están advirtiendo desde hace años un estallido social que pondría patas arriba a la Revolución cubana sin percatarse que estamos a las puertas o con medio cuerpo ya adentro, de otro estallido de carácter psicológico con alguna que otra salpicadura política como resultante del estado de las cosas o las cosas del Estado.
Hace poco conversaba con un colega extranjero que aseguraba que Cuba tiene el don de convertir lo fácil en difícil, en burocratizar lo más sencillo, aseveración que “endulzó” con “bueno, eso es propio de toda Latinoamérica”.
Así estamos sin conocer fecha de vencimiento de ese estado anímico que, retomando al bardo, sería capaz de pagar “cien mil y un millón” por hallar sosiego incluyéndolo en horas de sueño.
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El Unicornio y el sosiego
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