Sabemos que los socorristas siguen sacando cadáveres de entre los escombros. De momento tenemos cifras parciales de unos 1.000 muertos y más de 2.000 heridos sólo en la región de Mandalay, pero por desgracia sabemos que estas cifras van a aumentar.
La situación más grave en estos momentos parece concentrarse en las ciudades de Mandalay y en la capital de Naipyidó, aunque hay que decir que estas son las zonas de las que llegan más noticias. MSF también ha recibido información muy alarmante de las regiones de Sagaing y de Shan, donde hay comunidades enteras que han sufrido daños muy graves.
Hemos recibido fotos y testimonios de escuelas, monasterios, hogares, así como hospitales y edificios gubernamentales completamente destruidos y cientos de personas desplazadas.
La emergencia inmediata es sin duda la necesidad urgente de asistir a las personas con lesiones traumáticas, con fracturas y heridas por aplastamiento causadas por el derrumbe de los edificios. En este sentido, es esencial intervenir en las primeras 72 horas con atención quirúrgica y traumatológica para poder salvar vidas y también limitar el riesgo de complicaciones posteriores.
Hay muchas personas cuyos hogares han quedado destruidos y que viven en la calle, por lo que necesitan urgentemente artículos de primera necesidad, como mantas, agua potable y alimentos.
En los próximos días, tememos que la situación sanitaria empeore aún más debido a la destrucción de instalaciones médicas, la escasez de agua potable y también las precarias condiciones higiénicas en muchas ciudades. Esto podría provocar epidemias de enfermedades transmitidas por el agua, como diarrea o cólera, pero también malaria y dengue.
Además, hay que tener en cuenta que muchos pacientes con enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión necesitarán urgentemente medicación y atención periódica, que por el momento no está claro si se les puede proporcionar ni quién puede hacerlo.
Me ha impresiona la magnitud de esta tragedia y el hecho de que aún se desconozca el verdadero alcance de los daños. Estamos muy preocupados por la escasa información que nos llega de comunidades enteras de las zonas más aisladas y por el hecho de que también sea muy difícil llegar a estas comunidades debido a los problemas de acceso relacionados con el conflicto.
Myanmar lleva años atravesando una guerra brutal que no ha cesado ni siquiera en las horas posteriores a la catástrofe, por lo que este terremoto puede considerarse en todos los sentidos como una tragedia dentro de otra tragedia«.