Ciudadanos entró en el imaginario popular de la política española como una marca blanca del Partido Popular, sin sus tintes azules ni residuos franquistas. En principio su feudo era Cataluña, donde estaba capitalizando el voto del constitucionalismo que los “populares” empezaban a dejar por el camino de sus múltiples errores políticos y ausencia de planteamientos ideológicos. Albert Rivera aportaba imagen joven y libre de cargas de un pasado que la mayor parte de los ciudadanos, incluso conservadores, querían olvidar.
Cuando apresuradamente el nuevo partido de corte centrista y sin concesiones a la progresía decidió dar el salto a las 17 comunidades autónomas, en la calle Génova minimizaron el riesgo. Les quitaría un puñado de votos pero al final la vinculación familiar lo resolvería sumando escaños. Y Ciudadanos, que amenazaba mucho pero consiguió poco, lejos de deprimirse empezó a poner caro su respaldo. Lo hizo, sí, pero bajo exigencias muy precisas como la lucha feroz contra la corrupción que en el PP campaba por sus respetos. Rajoy, Cifuentes… aceptaron de boquilla.
Luego la realidad volvió a donde solía y Ciudadanos enseguida empezó a poner tierra por el medio sin llegar a crear problemas a la gobernabilidad en momentos muy complicados con la ruptura. El éxito rotundo en las elecciones catalanas -con el descubrimiento añadido de Inés Arrimadas, la gran promesa- que se acrecentó ante el descalabro histórico del PP, les dio alas para abandonar complejos y plantarle cara al que todos creían padre de la criatura. La cadena de despropósitos, escándalos y errores de bulto que el PP protagoniza a diario ha sido decisiva.
Las encuestas ya colocan al heredero respondón por delante y lo de marca blanca empieza a ser historia de la hojarasca que con frecuencia tapa la realidad política. Como suelen decir los periodistas deportivos cuando narran jugadas brillantes, Ciudadanos le ha robado la merienda al PP. Quizás sería mejor decir que se la está robando, porque estas cosas sólo se saben con certeza cuando se abren las urnas, pero es significativo que los antiguos votantes del PP, cuando ven las encuestas ya empiezan a consolarse sumando los escaños de ambos que les atribuyen.
Mientras tanto, se asegura que en el Partido Popular el liderazgo de Rajoy está viniéndose abajo con tanta rapidez como las previsiones de sus resultados electorales. Hace poco aseguró que él seguiría como candidato pero eso ya nadie se lo cree. Tampoco deben ser muchos los que lo desean aunque ninguno de ellos quizás lo desee tanto como Rivera para quien la continuidad de Rajoy intentando seguir gobernando desde el plasma físico y político será su mejor garantía de éxito.
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El robo de la merienda
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