Es que me ha venido a la mente esa infancia en Camagüey cuando durante las fiestas de San Juan, la gente elegía junto a la estrella del carnaval, al hombre más feo para colocarle sobre la cabeza la corona de Rey Momo. Hasta políticos con mal desempeño eran objeto de representaciones caricaturescas a la par del tradicional ajiaco criollo.
Y si en repasos de memorias estamos, pues lo inconcebible es que se haya borrado de golpe y porrazo a la estrella y sus luceros del carnaval, así como otras competiciones foráneas como la soberana de todo el universo con lo hermosas y talentosas que son nuestras mujeres que ahora mismo deben competir por otras naciones.
Para el hipotético Hombre del Año en Cuba, candidatos y nominados integrarían una larga lista que precisa de un muy serio e imparcial jurado para llevar como finalistas ante el voto popular a la persona ganadora de semejante galardón.
Personalmente, tengo varias opciones pertenecientes a todas las posibles categorías, sin distingos entre profesiones u oficios ni condición social, política o religiosa.
En definitiva, algo más viejo que andar a pie porque soñar no cuesta nada. Y me temo no sea yo el único trasnochado. Es que, reordeno mis preferidos, y ahí están en la punta de la lengua para acercarlos al podio…