No debió tenerlas todas a bien con Francisco Franco o respetaba mucho a su madre, que cuando alguien mencionaba incorrectamente su nombre, Carlos Naves Franco, él indicaba que faltaba la “ese”, que era Francos.
Gallego de nacimiento, vino con sus padres para radicarse en la localidad villaclareña de Camajuaní donde en una pequeña imprenta allá por los años 30s del siglo pasado y desde pequeño comenzó a lidiar con la palabra impresa.
Excelente corrector de pruebas de galera y planas, que guardaba las más significativas erratas como esa que debió anunciar “Mamelucos por 90 cts.” y salió lo que usted se imagina, le correspondió corregir en plana un largo discurso del comandante donde había referido “las barbas de tu vecino arder”.
Inquieto y presuroso, Fidel bajó de la dirección del periódico al taller de linotipos para recibir de Naves una inesperada observación:
-Con todo respeto, comandante, no son barbas, sino bardas.
Entonces le explicó qué eran las bardas. El otro se acarició suavemente la barba, procesó y asintió, dándole la razón al gallego, pero con sangre de igual denominación en venas, le precisó:
-Muy bien, pero la gente entendió lo que quise decir y así se queda.
Al día siguiente, Naves recibió a un escolta de Fidel que le llevaba como obsequio un diccionario de la RAE.
Nunca mejor dicho que hombres de palabra. Uno, por defender el idioma; el otro, por mantener la suya.