En el caso de los seres humanos, si nos remontamos a nuestros antepasados, la alimentación constituyó una función esencial en cuanto al hábitat, las migraciones y las interacciones con el medio ambiente y sus organismos.
El estudio refuta ahora la hipótesis de que la “carne nos hizo humanos” y pone en duda la primacía de la ingesta de carne en la evolución humana temprana
Así, la dieta carnívora también pudo tener un gran impacto en la evolución del comportamiento humano y los rasgos anatómicos. Al no poseer dientes afilados como los depredadores para desgarrar la carne y acceder al tuétano de las presas, los humanos empezaron a servirse de la industria lítica a través de herramientas de piedra.
De hecho, la aparición del Homo erectus, hace unos dos millones de años, parecía haber sido el punto de inflexión en la evolución de la dieta humana: el aumento del consumo de animales pudo haber impulsado un mayor tamaño de cerebro y cuerpo y una reorganización del intestino. Estos rasgos se mantuvieron en el Homo sapiens.
Sin embargo, un nuevo estudio internacional, publicado en la revista PNAS, refuta ahora esta hipótesis de que la “carne nos hizo humanos” y pone en duda la primacía de la ingesta de carne en la evolución humana temprana. Hasta ahora, los estudios que sostenían la importancia del consumo animal se basaban en el incremento de las evidencias paleoantropológicas con la aparición del H. erectus.
Huesos fósiles de 1,5 millones de años de antigüedad con marcas de corte procedentes de Koobi Fora, Kenia. / Briana Pobiner
Pero para que un cambio dietético generalizado conduzca a la adquisición de características claves en esta especie de hominino debería ser persistente en el registro zooarqueológico a lo largo del tiempo. Y esto solo puede demostrarse de forma convincente mediante un análisis a gran escala, más allá de un único yacimiento o localidad.
“La mayoría de los estudios sobre huesos fósiles con marcas de carnicería se limitan a examinar las pruebas de un solo yacimiento, o incluso de una sola capa de un yacimiento”, dice a SINC Pobiner, coautora del trabajo.
El estudio socava así la idea de que comer grandes cantidades de carne impulsó los cambios evolutivos de nuestros primeros ancestros
W. Andrew Barr, de la Universidad de George Washington
“Comparamos los patrones de los huesos fósiles con marcas de carnicería con la cantidad de evidencia fósil en general, para ver si esto era realmente una señal de del aumento de la ingesta de carne, o si era solo que la excavación de más fósiles hace que sea más probable encontrarlos con marcas de carnicería. Resulta que fue esto último”, confirma la experta.
Los investigadores descubrieron que, cuando se tiene en cuenta la variación en el esfuerzo de muestreo a lo largo del tiempo, no hay un aumento sostenido en la cantidad relativa de pruebas de consumo de carne después de la aparición de H. erectus.
Los resultados sugieren, por tanto, que los hallazgos sobre la dieta carnívora serían el reflejo de un muestreo intensivo, más que de los cambios como tal en el comportamiento humano. El estudio socava así la idea de que “comer grandes cantidades de carne impulsó los cambios evolutivos de nuestros primeros ancestros”, recalca W. Andrew Barr, profesor adjunto de Antropología en la Universidad George Washington, EE UU, y autor principal del estudio.
A pesar de ello, el consumo de carne ha desempeñado un papel importante en nuestra historia evolutiva. “Tenemos pruebas de que algunas especies humanas primitivas, como los neandertales, comían cantidades significativas de carne”, comenta Pobiner.
En la actualidad, la cultura (y la economía) son el gran motor de la variedad en la cantidad de carne que consumen las personas en las distintas sociedades
Briana Pobiner, Smithsonian Institution
En la actualidad, la investigadora –que lleva 20 años excavando y estudiando fósiles marcados por cortes– subraya que “la cultura (y la economía) son el gran motor de la variedad en la cantidad de carne que consumen las personas en las distintas sociedades”.
“Creo que este estudio y sus conclusiones son de interés no solo para la comunidad paleoantropológica, sino para todas las personas que actualmente basan sus decisiones dietéticas en alguna versión de esta narrativa de consumo de carne”, apunta Barr.
Según los investigadores, son necesarios grandes conjuntos de datos para comprender los grandes patrones de nuestra historia evolutiva. “Necesitamos más muestras fósiles de periodos de tiempo no muestreados, como antes de hace 2 millones de años, para poder comprobar la importancia de comer carne durante esos periodos de tiempo anteriores”, concluye Pobiner.
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¿El consumo de carne realmente nos hizo humanos?
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