En concreto, el BCE espera que la tasa de inflación de la eurozona se situará en 2021 en el 1,5%, frente al 1% que preveía el pasado mes de diciembre, mientras que un año después los precios subirán un 1,2%, una décima más de lo esperado anteriormente.
De cara a 2023, las proyecciones macroeconómicas del BCE se mantienen sin cambios respecto de los pronósticos anunciados en diciembre de 2020, con un crecimiento del PIB del 2,1% y una tasa de inflación del 1,4%.
«Si bien se espera que la situación económica general mejore a lo largo de 2021, persiste la incertidumbre en torno a las perspectivas económicas a corto plazo, relacionadas en particular con la dinámica de la pandemia y la velocidad de las campañas de vacunación», ha señalado Lagarde en la rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Gobierno del BCE.
«En general, los riesgos que rodean las perspectivas de crecimiento de la zona del euro a medio plazo se han equilibrado, aunque persisten los riesgos a la baja a corto plazo», ha advertido la banquera central.
De este modo, mientras que, por una parte, las mejores perspectivas de la demanda mundial, impulsadas por el importante estímulo fiscal, y los avances en las campañas de vacunación son alentadoras, por otro lado, la pandemia en curso, incluida la propagación de mutaciones del virus, y sus implicaciones para las condiciones económicas y financieras siguen siendo fuentes de riesgo a la baja.
En cualquier caso, Lagarde ha reiterado que la información disponible constata que es necesario un amplio grado de acomodación monetaria para sustentar la actividad económica y la convergencia de la inflación hacia la meta del BCE, a niveles inferiores, pero cercanos al 2% en el mediano plazo.