En marzo de 2025, la inflación española cayó al 2,2%, su nivel más bajo en cinco meses. Este descenso fue superior a las expectativas del mercado, que había previsto una caída más modesta hasta el 2,6% desde el 2,9% de febrero. La reducción se debió a la bajada de los precios de la electricidad, como consecuencia de las fuertes lluvias que impulsaron la producción hidroeléctrica, y a la bajada de los precios de los carburantes y aceites de motor.
La inflación influye directamente en los mercados financieros porque afecta al gasto de los consumidores, a los beneficios de las empresas, a las políticas de los bancos centrales y a las decisiones de inversión. Normalmente, una inflación moderada es buena, ya que indica que la economía está creciendo.
Si la inflación se descontrola, el valor del dinero disminuye; por lo tanto, disminuyen los gastos de los consumidores y las empresas. Por otra parte, una inflación muy baja refleja una caída de la demanda. Puede levantar sospechas de problemas económicos, cuya interpretación se tomaría justo al revés de la cadena de relaciones antes mencionada.
En los últimos meses, España ha registrado un descenso de la inflación hasta el 2,2%. Esto se produce en un momento clave en el que el Banco Central Europeo está considerando algunos cambios de política. Los inversores de plataformas como TradingView están muy atentos para ver cómo afectará la menor inflación a los tipos de interés, la evolución de la bolsa, el rendimiento de los bonos y el valor de las divisas.
En España, los mercados de renta variable también reflejarán el impacto de esa moderación de la inflación.
Por ejemplo, el aumento de la afluencia de público y del gasto en comercios y hostelería beneficia a las empresas cotizadas. Como resultado, el índice IBEX 35, índice de referencia de España, puede registrar cierta fortaleza debido a un repunte de la confianza de los consumidores.
Además, una inflación más baja puede hacer que las empresas estén más dispuestas a invertir y expandirse. Las empresas que frenaban el gasto cuando las tasas de inflación eran altas pueden ahora perseguir activamente una expansión, lo que implica contratar a más trabajadores o aumentar la capacidad de producción. Esto, a su vez, reforzará aún más el mercado alcista español, especialmente en los sectores de automoción, logística y tecnología.
Un entorno de tipos reducidos beneficia a los prestatarios de los sectores público y empresarial, ya que pueden emitir nueva deuda a bajo precio. Sin embargo, esto puede poner en jaque al bando de los inversores con bonos antiguos de mayor rendimiento, ya que sus títulos se vuelven menos atractivos que los de nueva emisión y menor rendimiento.
Esto significaría que sus productos se abaratarían para los compradores extranjeros, pero, por otro lado, aumentaría los costes de las importaciones para las empresas que dependen de materias primas extranjeras. Si el euro se deprecia aún más, las presiones inflacionistas podrían volver a aumentar.
Mientras España avanza en su entorno de baja inflación, los inversores y las empresas tendrán que estar atentos y adaptarse a las nuevas tendencias de la financiación, sin perder de vista las políticas de los bancos centrales. Los próximos meses serán decisivos para ver si los mercados financieros españoles son capaces o no de mantener la estabilidad en unas condiciones económicas tan cambiantes.
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