Este domingo de mayo fue un elemento más para corroborar que algunas fueron felices y otras todo lo contrario por muchas razones entre las que se encuentra en primer orden la ausencia de los hijos por haber emigrado a las buenas o a las malas en los dos últimos años en cifra récord e histórica. En segundo, incapacidad monetaria, pobreza.
Sirvió, además, para sepultar definitivamente aquella década de los 80s en que maestros dulceros y audaces panaderos hacían un extraordinario esfuerzo de veinticuatro horas seguidas peor que Chaplin en Tiempos Modernos. Cada madre recibía un “cake” en todo el país por cartilla de racionamiento.
A precio tan bajo (cinco pesos) que hoy resultaría risible por no decir nostálgico. Venían en cajas de cartón con un gigantesco corazón rojo impreso en la tapa a la par de una advertencia que no admitía equívocos: “Para Mamá”. Entonces había huevos, harina, azúcar, vainilla, polvo de hornear y, sobre todo, buenas intenciones.
Y otra sorpresa demostrativa que unas sí y otras no. Nada raro en el resto del mundo, pero sí en Cuba. Restaurantes privados que se destacan por su calidad y precios, ya en horas tempranas del viernes tenían cubiertas las reservaciones para ocupar mesas. Cuatro personas sin excesos comestibles ni “bebestibles”, algo menos de 61.000 pesos cubanos donde una pensión asciende a 1.528 pesos.
No pocas ferias alegóricas a lo largo de la geografía insular. Muchas, muchísimas flores y alguna que otra artesanía como jarras, collares y pulsos. Si la capital mostró que era día tan significativo, fueron los camposantos y floristas sus protagonistas.
Desde esta humilde columna, mi cálido abrazo para todas aquellas que han perdido a sus hijos en guerras lejos de casa, en los mares que circundan la isla, selvas centroamericanas y en hospitales donde ya nada podía hacerse por devolverles la vida.
Tibia la festividad; excesivas las remembranzas.
Si algún cubano le comentara que el ágape fue “de madre”, pídale que lo ejemplifique, que le proporcione piezas y arme el rompecabezas de cómo le fue a cada madre en su día porque cierto es eso de las ocurrencias en la viña del Señor…