Cuentan que uno de esos poblados, si es que así se les pueda llamar, va cobrando vida con la llegada de una maestra y una doctora en esa primera arremetida de ocho familias.
Somos grandes, inmensos los cubanos. Se desangra de juventud la isla, envejece a ritmo acelerado y poblamos comarcas casi abandonadas del primer mundo. Es que hay que escucharlos decir ”bueno, de aquí salieron nuestros antepasados y nada mejor que retornar al sitio desde donde ellos partieron”. Respetable, pero discutible razonamiento y que viva la libertad de movimiento, consagrada en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
El Reto Zamora, que así se denomina el proyecto, está destinado básicamente a argentinos, cubanos y mexicanos en zonas rurales de Castilla y León, donde las autoridades de la Junta les garantizan trabajo, educación y vivienda mediante contratos indefinidos con el objetivo de que realicen allí su proyecto de vida.
A no dudar, una experiencia sociológica para estudiarla “in situ”, que se me antoja recordar ese serial español muy gustado en Cuba titulado El Pueblo. Como mexicanos y argentinos se lo piensen mucho, cuidado que cuando arriben no se encuentren con que el maestro, el doctor, el barbero, el barman, el del hostal, el veterinario, el mago-payaso de cumpleaños, el Guardia Civil, el del incipiente Tropicana Zamora y hasta el aspirante a alcalde sean todos cubanos.
Olvidaba que, muy probablemente, también el cura con par de inquietos monaguillos…