2 francos, 40 pesetas, una película de Carlos Iglesias

Carlos Iglesias nos trae la segunda parte del relato, ‘2 francos, 40 pesetas’, una historia de reencuentros. El actor Carlos Iglesias, conocido por su trayectoria en la gran pantalla, pero sobre todo por sus papeles en televisión, debutó en 2006 detrás de las cámaras con ‘Un franco,14 pesetas’, una entrañable película sobre la emigración de los españoles a Suiza en la época franquista que tiene mucho de autobiográfico.

Esta ópera prima nos presenta a Martín (Carlos Iglesias) y a Marcos (Javier Gutiérrez), dos amigos que se trasladan al país neutral en los años sesenta para poder sacar a sus familias adelante con un dinero que en España es muy difícil ganar. Allí empiezan a trabajar en Uzwil como mecánicos en una fábrica y entablan una relación especial con las mujeres que llevan la pensión en la que se hospedan. Tiempo después sus familias se van a vivir también al pueblo suizo. Cuando consiguen el dinero suficiente para comprarse un piso en Madrid, Martín, su mujer Pilar (Nieve de Medina) y su hijo Pablo regresan a su país.

Ahora, Iglesias nos trae la segunda parte del relato, ‘2 francos, 40 pesetas’, una historia de reencuentros. En 1974, España sigue en crisis y pese a cierta apertura económica, la peseta se devalúa cada vez más. Martín y Pilar vuelven a Suiza después de seis años para el bautizo de la hija de sus amigos; ella quiere hacer ver a los demás que las cosas les van muy bien en España, pero él se plantea buscar de nuevo suerte en Uzwil. Martín también vuelve a ver a Hanna (Isabel Blanco), la propietaria de la pensión y resurge la chispa entre ellos.

Por su parte, Pablo (Adrián Expósito), que echa de menos su vida en el pueblo suizo en el que vivió gran parte de infancia, viaja también a Suiza con su amigo Juan (Luisber Santiago). Por el camino, conocen a un grupo de ‘hippies’ que les descubren un mundo mucho más abierto. Aparecen también en escena nuevos personajes que ayudan a hilar esta historia de enredos.

La película no se centra en la nostalgia de la emigración, sino en lo que viene después, la sensación de que el que se fue, tanto si regresó a su tierra como si no, ha perdido su lugar. Como su antecesora, el director, guionista y protagonista se basa en sus propias vivencias, aunque decide dar un giro más optimista hacia la comedia castiza y rebajar considerablemente la crítica social.

Iglesias no quería hacer un producto que se pareciera al anterior, por lo que apunta a un humor ‘azconiano’ (pero menos mordaz que éste) y muy español, dejando el drama para momentos muy concretos. Se trata además de una cinta más coral: la producción se divide en distintas historias alrededor de los personajes que se unen en el acto final, el bautizo.

Pese a que en un primer momento la narración se presenta atropellada, poco a poco consigue enganchar al espectador con sus disparatadas situaciones, puede que por el encanto que desprenden los personajes, sobre todo los que aparecían en ‘Un franco, 14 pesetas’. Y especialmente Martín, Marcos y Hanna, bien interpretados por Carlos Iglesias, Javier Gutiérrez e Isabel Blanco. Aunque si algo es cautivador en la cinta es el bello paisaje suizo.

La película llega justo en un momento en el que, a pesar de que la sociedad y la situación del país son bien distintas a las de aquella época, la emigración española para escapar de la crisis es más una realidad actual que un recuerdo. Y en el que el desvío de dinero a los bancos helvéticos sigue estando a la orden del día.

Además, aunque ‘2 francos, 40 pesetas’ es una secuela, funciona como una película independiente, pues los aspectos que se necesitan conocer de la primera quedan bien explicados o intuidos para entender la historia. Eso sí, se disfrutará más si se conoce ya a Martín y Marcos.

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