Una de las últimas grandes damas de la escena, María Asquerino, estuvo a punto de ser enterrada sin el homenaje público de sus compañeros. Pero, finalmente, esta gran actriz se ha despedido del público desde el escenario del Teatro Español.
Tras su fallecimiento, el pasado día 27, el cuerpo sin vida de esta mujer libre, con quien todos los actores españoles tienen una deuda impagable, estuvo horas en el depósito de cadáveres de la Fundación Jiménez Díaz, sin que nadie reclamara el cadáver.
Todo parecía indicar que los servicios sociales se harían cargo del entierro de una artista que, a su modo, fue tan importante como Fernando Fernán Gómez, también recientemente fallecido, y que, sin embargo, ya llevaba mucho tiempo sola. Alejada en una residencia en la que apenas recibía visitas.
Ese era el recuerdo de dos ancianas que esperaban hoy a las siete menos cinco de la tarde a que se abriera la capilla ardiente que al final, gracias a Aisge, la sociedad de gestión de derechos de los actores, que preside Pilar Bardem, se ha montado hoy para que los profesionales del teatro y el público de Madrid pudieran rendirle homenaje a María.
Pero, como decíamos antes. Eso estuvo a punto de no pasar. Hizo falta que algunos viejos compañeros de las tertulias de Boccacio, como el periodista Pepe Oneto, incendiaran las redes sociales, ante la orfandad de esta artista en sus últimos y más tristes momentos, para que se produjera el milagro.
Un milagro que, por cierto, no llegó, como hubiera sido de justicia desde los ámbitos de los responsables públicos de la Cultura, en una nueva muestra de desprecio hacia el sector que sumar a las muchas que se han producido ya en el último año, según comentaban muchos de los profesionales que pasaron por la capilla ardiente.
Antes, poco minutos después de las siete de la tarde, el féretro de María Asquerino llegaba al Teatro Español y era recibido con un aplauso, caluroso, pero corto por unos cuantos, no demasiados, aficionados al teatro que formaban la escueta cola de personas con intención de pasar a la capilla ardiente.
Un grupo en el que destacaba, en esos primeros minutos, la casi total ausencia de caras conocidas. Aunque luego, la tónica cambiaría. Sobre todo, como explicaba algún veterano fan de la fallecida actriz, según se acercaba la hora de conectar con los telediarios.
Pero en el inicio de este último homenaje, la única pista de la presencia de los medios de comunicación era una unidad móvil de TVE aparcada junto a la puerta. Esa circunstancia era una pista para muchos paseantes que no tenían demasiado claro lo que estaba pasando allí.
Sobre todo los más jóvenes, incapaces de reconocer a la mujer de la enorme foto en blanco y negro que coronaba la entrada principal del teatro que en este caso era también la puerta hacia la capilla ardiente.
Al calor de la llegada de los ‘paparazzis’ y del impacto de los primeros flashes, los curiosos se agrupaban en las entradas del teatro. Pero su curiosidad no se veía satisfecha, las caras de Mario Gas, Nicolás Dueñas, José Luis Pellicena, y otros tantos profesionales del teatro no resultan reconocibles.
Quizá mereciera la pena esperar. Algún espontáneo estaba convencido de que Pedro Almodóvar, y algunos otros famosos televisivos, aparecerían por allí. Quizá la misma María Teresa Campos. No sería extraño puesto que las cámaras y los reporteros de su programa ¡Qué tiempo tan feliz! Si estaban por allí.
Pero sobre todo quienes sí estaban desde el primer momento eran los trabajadores del teatro, los tramoyistas, las maquilladoras y alguna veterana taquillera. Un séquito respetuoso para despedir a una antigua reina.
A la vez son un grupo lastimero. Quizá porque otra vez son tiempos difíciles para la cultura. Por eso, las anécdotas de la vida de la actriz que contaban en voz baja, se mezclaban con otras historias tristes de hoy mismo. Las de unos profesionales que no saben si su oficio tendrá futuro.
Y que recuerdan que, Max Estrella, el poeta ciego de ‘Luces de Bohemia’, la inmortal obra de teatro de Valle Inclán moría solo poco antes de que cayera el telón. Sin que su antiguo amigo ‘el ministro’ le apañara un ‘sueldecillo’ para sobrevivir.
El féretro de la actriz ocupaba la parte central del escenario del Español, con cuatro coronas de flores, discretas, a los lados y una gran pantalla encima, en la que podían verse fotos de María Asquerino en alguna de sus mejores interpretaciones.
En las butacas, quienes fueron sus espectadores y compañeros permanecían sentados un rato para rendir este postrero homenaje a la actriz. Algunos se atrevía a subir las escaleras que conducen al escenario y se acercaban al ataúd, sin poder evitar que se les saltarán las lágrimas.
Los llantos entrecortados y algún suspiro rompen el ambiente solemne de un patio de butacas en el que se escuchan algunos de los boleros que María Asquerino amó. Desde ‘Se vive solamente una vez’ a ‘Bésame Mucho’.
Y, como decía alguien que la conoció muy bien, poco después de abandonar el teatro, lo más probable es que a ella, le hubiera gustado despedirse así. Con todos los honores, sobre el escenario y acompañada por ese público que tanto la aplaudió.