Mamá fue uno de los grupos fundacionales de ‘nueva ola’ madrileña de la década de los ochenta, el movimiento que poco después recibiría el nombre de ‘movida’ que tuvo más difusión popular y que, en este desarrollo posterior, se alejaría de los presupuestos de sus inicios en los que se apostaba por un pop rápido e incisivo, dominado por las guitarras eléctricas y los estribillos zigzageantes. Una forma de hacer en la que incidieron también otros ilustres de la época como Nacha Pop y los Secretos.
Y quizá Mamá, por el hecho de no haber conseguido alcanzar el éxito masivo de otros contemporáneos sea también el grupo más querido por los aficionados veteranos que recuerdan sus canciones como joyas nostálgicas que conviene preservar.
Pues bien, como sabrán los habituales de los escenarios de los clubes madrileños, lugares por donde conviene dejarse caer de vez en cuando si a uno le gusta la música, tres de los miembros originales de aquella banda, Carlos Rodríguez, Guti y José María Granados, han vuelto a reunirse en estos tiempos y desde la reagrupación han realizado dos interesantes discos que, si bien carecen quizá de canciones míticas como ‘Chica Cruel’ o ‘Nada más’, no dudamos en recomendar a los aficionados al buen power pop en castellano, porque merecen la pena y son una inversión asequible y recomendable.
En este último, denominado ‘Sólo por hoy,’ mandan como es habitual las canciones de José María Granados, ese lúcido artesano a quien se deben tantas tonadas emocionantes y memorables. Son catorce trallazos urgentes e intemporales que mantienen la tensión de principio a fin durante algo más de cuarenta minutos y, entre los que destacan, desde el punto de vista de quien esto escribe, la melancolía irresistible de ‘Hasta que tu me digas’ o ‘Marcha atrás’ o la celebración del eterno aliento contestatario que mueve a los roqueros de cualquier edad que suponen ‘Di que no’ (hoy la magia está agotada, pero tu la harás correr…) o ‘Esa música otra vez’.
Pero seguro que hay otras elecciones posibles en un álbum como este que permite a la vez reencontrar a unos viejos amigos que nunca se fueron del todo y aparcar la nostalgia de aquel Madrid mitológico que seguro no fue tan brillante como dicen las crónicas para lanzarse a las calles del Madrid de ahora mismo en busca de los sonidos que aún producen bandas veteranas como esta y, como no, los nuevos aspirantes al Olimpo de las estrellas del rock que sueñan aferrados a sus guitarras en los pequeños locales de esta capital donde, aunque ustedes no lo sepan, la música no ha dejado nunca de sonar.