El primer álbum del artista ecuatoriano, titulado ‘Respira’ es el más mencionado en las listas de ‘lo mejor de 2016’ de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica. No vamos a ocultarlo: nos gusta que los compañeros nos den la razón. Por eso estamos contentos de que ‘Respira’, el disco de début del artista ecuatoriano Mateo Kingman, haya sido el más mencionado en las listas de ‘lo mejor de 2016’ que han elaborado los críticos de la Red de Periodistas Musicales de Iberomérica.
Nosotros nos ocupamos de Kingman en agosto de este año, cuando tuvimos la primera noticia de la aparición de ‘Respira’, una de las primeras referencias de Aya Records, una división de la discográfica ZZK, a quien podemos atribuir parte del mérito de haber llevado al éxito la mezcla de ritmos ancestrales y tecnología, que se ha puesto de moda en medio mundo.
Pasadas las primeras y excelentes sorpresas recibidas por los discos pioneros de los músicos que se propusieron traer al siglo XXI los hallazgos de los pioneros que trabajaron estilos como la ‘cumbia psicodélica’, la fórmula empezó a dar síntomas de agotamiento. Quizá porque el exceso también puede resultar inaguantable.
Hoy por hoy, no hay casi una sola emisora especializada en las ‘músicas del mundo’ en la que no proliferen las grabaciones en las que una voz que entona melodías tradicionales, evoluciona, a veces casi ahogada, en el centro de una infernal descarga makinera, a veces más brumosa que bella.
Por eso todavía ha resultado más refrescante la aparición de propuestas como la que defiende Mateo Kingman. El joven ecuatoriano, todavía lejos de cumplir los 30, ha conseguido reflejar la naturaleza y el paisaje sonoro y hasta climático de sus territorios sentimentales de los que extrae su inspiración.
Su disco asegura al oyente un viaje placentero por la Amazonía Andina, gracias a su capacidad de poner la tecnología al servicio de la causa, a sus textos cuidados y al ‘flow’ relajante por el que transcurren sus ritmos y sus cadencias, suaves pero constantes, como un oleaje amistoso y reparador.
Una suerte de instrumentación de corte impresionista que consiguen con creces el objetivo que el artista se ha propuesto, según lo que explican los textos promocionales del disco. Porque es cierto que este ropaje sonoro que envuelve sus temas, evoca la diversidad amazónica y «dibuja paisajes naturales de magia y colores del agua». Una gozada, amigos.
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Mateo Kingman, el favorito de la crítica Iberoamericana
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