El compositor canadiense Dan Bejar regresa con otro disco sorprendente cuatro años después del magistral ‘Kaputt’. Cuentan las crónicas que a Dan Bejar, el alma mater de Destroyer, le pilló un poco por sorpresa el éxito global alcanzado hace cuatro años por ‘Kaputt’, su disco de 2011. Un álbum, en el que este fino analista de la historia del pop, recreaba el sonido del ‘softrock’ de los sententa y las sedosas baladas ‘ochenteras’ de combos elegantes, del estilo de las incluídas en ‘Avalon’, la obra canónica de la versión más comercial de Roxy Muxic.
La verdad es que a Bejar y los suyos les quedó muy bien aquella reivindicación de algunas de las mejores páginas del pop comercial de todos los tiempos. Tanto que, situó su nombre propio y el de su banda en las listas de los grandes ‘multivendedores’ del inicio de esta segunda década del siglo XXI. Un éxito inesperado que pilló a Bejar por sorpresa y con el que ha tenido que lidiar en los últimos tiempos, entre perplejo, agradecido y atemorizado por la responsabilidad de repetir la jugada.
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Pero, este tampoco está ausente, ni mucho menos, de la selección de ingredientes utilizados. Hay ecos de, al menos, dos etapas de David Bowie, las de ‘‘Hunky Dory’ y ‘Young Americans’. Un poco de Bruce Springteen, un par de detalles de Al Stewart, y hasta ecos de Gerry Raferty y su inmortal ‘Baker Street’. Sin olvidar, por supuesto, a Bob Dylan, Leonard Cohen o The Beatles ni al R&B, calentorro de Luther Vandross.
En fin, mucha tela que cortar, amiguetes. Tanta que a cualquier otro se le hubieran atragantado las referencias hasta producirle una vomitona fatal. Pero, no a Bejar. El tipo sale airoso del trance, gracias a una personalidad musical bien definida, que le permite picotear donde le place, sin caer jamás en el simple ejercicio de estilo. Y a su intuición para escribir buenas canciones de formato clásico, con puente y estribillo, casi siempre. Y también para vestirlas de un modo adecuado y atractivo.
Como demuestra, por ejemplo, en el ajustado y vitalista arreglo, marcado por un ritmo potente, y bien batido sobre una guitarra acústica airosa, con el que arranca y se mantiene arriba ‘Times Square’, mi canción favorita del disco, por el momento, un tema setentero, donde los haya, que se beneficia también de unos riffs de saxo con mordiente y un piano juguetón.
En total son trece canciones, que se extienden a lo largo y ancho de 52 minutos de música, con una calidad media más que alta. estupendas. O diez, si se prefiere diez, porque una, precisamente esa joyita llamada ‘Times Square’, de la que hablaba en el párrafo anterior, se presenta troceada en tres partes. Y con guarniciones diferentes.
La versión completa y carnosa, un ‘aperitivo’ caliente para abrir boca titulado ‘Times Square, Poison Season I’, otoñal y con protagonismo de las onmipresentes cuerdas, y un postre helado para concluir, ‘Times Square, Poison Season II’, en la que el piano cobra inicialmente el protagonismo en el arreglo, para dar paso después a un bonito remate orquestal.
Hay mucho más ya digo. Y para todos los gustos. Pero, como siempre, eso mejor lo descubren ustedes escuchando el disco. Les va a merecer la pena hacerlo. Seguro. Por mucho que, en mi opinión, a Bejar le haga falta todavía grabar esa obra maestra definitiva que muchos esperamos de él. Una en la que su voz, por fin, se eleve claramente por encima, de toda la música que ama, conoce y ha empezado a aprender a utilizar para contar sus propias historias.
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‘Poison Season’, un disco de Destroyer
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