‘Way Out Weather’, un disco de Steve Gunn

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‘Way Out Weather’, un disco de Steve Gunn

Way Out Weather, un disco de Steve Gunn

El guitarrista más completo de la última generación busca el éxito con un disco lleno de canciones ‘redondas’. Milly's Garden by Steve Gunn on Grooveshark

Empecemos con un poquito de geografía. Más que nada para evitar que nuestro GPS se equivoque a la hora de abrirse camino en la selva sonora que nos proponemos explorar. Sepan que no estamos en Oklahoma, en plena zona centro de EEUU, ni divisamos un porche atestado de latas de cerveza y tabaco de liar. Aunque sí. Es cierto. El espíritu del tristemente fallecido J.J. Cale, grande entre los grandes, suena en estos surcos.

Sin embargo, nos encontramos en un lugar indeterminado entre Pennsylvania y Brooklyn, cerca de la Costa Este de EEUU, lugar en el que, probablemente, Steve Gunn, uno de los mejores guitarristas actuales, ha debido establecer su guarida, según los cronistas que investigan su biografía. Y, aunque es probable que esas diferencias territoriales marquen muchas distancias, no hay duda de que, como demuestra su nuevo disco ‘Way Out Water’, a Gunn le ha influido mucho Cale.

Aunque con matices, por supuesto. Empezaré por aclarar que no estamos aquí ante el enésimo copista aclamado por la crítica moderna por reproducir, casi nota por nota, un sonido añejo. No, Gunn, no es uno de esos tipos hábiles que viven de los hallazgos que otros músicos hicieron en el pasado y, además, eluden citar sus referencias para no dejar rastro alguno de sus plagios.

Lo de Gunn es otra cosa. Una cierta manera de hacer que le emparenta con los clásicos estadounidenses de las seis cuerdas. Una especie de aire entre perezoso y burlón que ralentiza el discurrir de las canciones para que fluyan sin prisa ni sobresaltos, con espacio entre las melodías cantadas y los motivos instrumentales.

Estamos en un territorio lleno de sutilezas, en el que las guitarras no galopan hacia ninguna parte a velocidad de vértigo. Al contrario. Si usted tiene prisa y le gustan los artistas de circo que recorren el mástil a cuatrocientos por hora ni lo intente. Este no es su disco, amigo. Pruebe con otra cosa.

Lo que va a encontrar aquí son 43 minutos de música, de buena música, repartidos en ocho canciones que transcurren parsimoniosas y sutiles. Unos temas, suaves o duros, que se deslizan con elegancia por nuestros oídos para llevarnos a un mundo personal, alejado del ruido ambiente.

Un universo placentero donde las guitarras, un buen montón de ellas, por cierto, se entrelazan formando telarañas cristalinas de orfebrería pura, conformadas por un puñado de arpegios, solos y ritmos ambientales de primera categoría, que se elevan por el aire hasta integrase en un todo indisoluble, antes de estallar.

Tanta elegancia y dulzura tiene, sus pros y sus contras, sin embargo. En algunos momentos, no demasiados por suerte, al oyente le viene el mal recuerdo, de los peores excesos de la vieja música ‘new age’. Pero cuando eso pasa, por suerte, aparece una interesante melodía cantada que rompe la monotonía y ayuda a las canciones a recuperar el rumbo original.

Porque Gunn ha estudiado a sus antecesores y llega con los deberes hechos. Con una larga experiencia como músico de grabación y acompañamiento, en la banda de Kurt Vile, por ejemplo. Y es sencillo detectar en su manera de tocar el rastro de algunas escuchas muy atentas al material de J.J. Cale, como ya hemos dicho. Pero también de otros grandes del pasado como Duane Allman, Jerry García o John Cipollina.

Incluso el de Alí Farka Touré, ese gran guitarrista africano nacido en Malí, cuya influencia se ha extendido en EEUU desde hace años gracias a la admiración que profesaron hacia su trabajo tipos como Paul Simon o David Byrne y la que ahora le otorgan algunos ‘músicos modernos’, como los indispensables Vampire Weekend.

Y unos cuantos discos en solitario en los que ha ido depurando su sonido y mejorando sustancialmente en su faceta como compositor de canciones. Y aquí, por suerte hay canciones. Buenas canciones. Tantas que, en ocasiones, ha sido capaz de hacerle sombra al mismo Adam Graduciel, con cuyos The War on Drugs comparte gira en EEUU, ahora mismo.

El asunto se pone interesante desde el principio desde ‘Way Out Weather’, la canción de más de seis minutos que abre el disco y le da título y que es una verdadera declaración de intenciones. Y esas buenas vibraciones se mantienen en el segundo tema, ‘Wildwood’, hasta confirmarse en ‘Milly`s Garden’, mi canción favorita del disco, por el momento, que Gunn canta con un fraseo arrastrado que podríamos situar entre Bob Dylan y Lou Reed, por buscar más antecedentes.

Pero hay mucho más para elegir, entre estas ocho maravillas. Por ejemplo, ‘Shadow Bros’, con su toque de folk moderno, ‘Tommy’s Congo’, en la que el latido africano es muy evidente, o ‘Drifter’, la más rítmica, cuya batería de alta precisión pone de manifiesto el buen trabajo del grupo del que se ha rodeado Gunn en este disco.

Una banda en la que destaca el productor Justin Tripp, que se ocupa de la segunda guitarra y algún bajo, y que completan el bajista titular Jason Meagher, y el batería John Truscinski. Aunque para la grabación del disco, y algunos directos, Gunn ha contado también con Nathan Bowles al banjo y la batería, James Elkington al dobro, Mary Lattimore en el arpa y Jimy SeiTang en los sintetizadores.

Un supergrupo, para un superdisco que ningún buen aficionado la guitarra debería perderse. Se lo digo yo que algo sé de esto. Pero, como siempre, si no me creen, escúchenlo y saquen sus propias conclusiones. Se van a parecer mucho a las mías. Estoy seguro.

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