La cantante celebra sus cincuenta años sobre el escenario con un disco excelente que prolonga su leyenda. ¿Alguien ha escuchado de verdad un disco completo de Marianne Faithfull? Probablemente sí. Pero, a tenor de la literatura escrita sobre su figura, y hay bastante, muchas veces uno puede tener la sensación de que casi todas las frases que suelen construirse para analizar, presentar o describir el trabajo musical de esta veterana cantante están escritas de antemano. Y, en general, no suelen concentrarse en el asunto concreto del que habría que hablar. Como, por ejemplo, qué piensa el crítico del último trabajo de la diva.
Claro que es difícil tratar a esta leyenda viva, a esta muestra palpable de la cara oscura de las últimas décadas prodigiosas del pop, como si fuera, simplemente, una artista más. Sin embargo, eso es lo que es ahora. Ni más ni menos. Una ‘curranta’ de los estudios y los escenarios que ha cumplido los sesenta y cinco y sigue en la brecha. Con entusiasmo y profesionalidad.
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Estamos ante un disco ‘hecho a la antigua’. Grabado, diseñado y perpetrado al más puro estilo de los, ahora añorados, años setenta del pasado siglo. Con instrumentos reales, un buen puñado de músicos y un par de productores, Rob Ellis y Dimitri Tikovoi, que controlan bien la mesa de mezclas, tocan y arreglan con solvencia y han reunido a una banda estable que interviene en la mayoría de los números.
Basta con oír los primeros compases de la primera canción del álbum, la que da título al cd, para respirar el buen ambiente que hay entre Marianne y su ‘banda’. Entre la cantante y los curtidos músicos que le guardan las espaldas. Este equipo sabe lo que hace y lo que quiere conseguir. Proporcionarle al oyente 39 minutos de música variada, apetecible y que acompaña bien a unos textos, discretos pero sentidos, que cuentan unas cuantas cosas.
Se nota que han trabajado duro, pero que han sido capaces luego de disfrutar de un resultado que está a la altura de lo esperado. Un notable alto para Marianne y sus chicos. Un animado grupo en el que están claro Ellis y Tikovoi que hacen un poco de todo, y también Ed Harcourt, al piano y Adrian Utley, de Porstishead, a las guitarras. Y después, unos cuantos invitados más que van desde Warren Ellis y Jim Sclavunos, miembros de The Bad Seeds, al mismísimo Brian Eno.
La nómina de coautores, como suele suceder en los últimos trabajos de Faithfull, es amplia y sorprendente. La propia artista ha escrito, o participado, en la elaboración de muchos de los textos, mientras que las músicas han sido perpetradas, entre otros, por Nick Cave, Anna Calvi, Steve Earle, Patrick Leonard, Tom McRae o Roger Waters, que ha escrito ‘Sparrows Will Sing’, el primer single del álbum . Además hay tres de versiones de altura: una reinterpretación de ‘The Price of Love’ de los Everly Brothers, un clásico de Hoagy Carmichael y un tema reciente de Leonard Cohen.
Todo muy lujoso y, aparentemente, disperso, pero que goza de la unidad de criterio que imprime el estilo de esta superviviente que se ha cansado de serlo y aspira a la máxima normalidad posible, tras haber grabado veinte discos sin conseguir deshacerse de su leyenda negra. Cierto que, la promoción es así, ella misma la explota bastante en esas entrevistas y libros en los que exprime su pasado, desvela viejos secretos de cama y hasta atribuye a algún exnovio suyo el ‘asesinato’ de Jim Morrison, el añorado cantante de The Doors.
Pero ella empezó siendo una amable cantante pop y hay mucha más luminosidad en su nuevo trabajo de la que a algunos fans del mito viviente les gustaría encontrar. Y ahí está la versión de los Everly para exasperar a más de uno. No sólo eso, aquí hay rock, pop, country y también claro alguna balada de doble filo con el toque sombrío marca de la casa que le aporta su amigo Nick Cave. Y queda claro que se trata de un estilo que le va que ni pintado a la voz ronca y profunda de esta fumadora impenitente.
Sin embargo, de momento, mi canción favorita del disco es ‘Love More or Less’, con letra de la propia Marianne y una bella música, limpia y cristalina de Tom Mc Rae, que avanza sobre un arpegio dulce de guitarra con cuerdas de acero. La melancolía optimista le sienta más que bien a esta artista que, o eso creo yo, parece haberse cansado de representar el papel de superviviente atormentada. Ahora prefiere disfrutar de la vida y eso se nota. Por eso ha grabado para nosotros este regalo. ¿Vamos a despreciar una ofrenda tan sincera? Yo no lo haría, forastero.
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‘Give My Love to London’, un disco de Marianne Faithfull
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