Y tal parece que la frasecita también gusta en el sistema bancario nacional porque otra amiga, MDP, lleva ya largo tiempo intentando recuperar de su cuenta corriente nada menos que cincuenta dólares no en efectivo, que sería ya mucho pedir, sino en transferencia a otra cuenta, y la burocracia que envuelve el asunto es de temer.
La famosa aguja en el pajar es una niña de tetas al lado de estos cincuentas dólares si acaso dando tumbos por las bóvedas de la banca.
El argumento proa del banco Metropolitano es que le inactivaron la cuenta por no usarla. Es decir, que guardo cincuenta usd por si una emergencia y me la inhabilitan. Salvando una corta distancia es como esa costumbre de viejos de conservar ropa interior y piyama nuevas por si hay ingreso hospitalario. Como la salud es de hierro, vengan a casa y te decomisen el ajuar.
Gestiones, llamadas, visitas sin parar, que si ya se les avisó a la oficina central, que ni no hay respuesta ni conexión y siete historias más que concluyen en la interrogante de los mil pesos; ¿Y dónde está mi dinero?
Nada, que no es la primera vez que invoco al gringo Mark Twain (1835-1910) cuando sentenció que “un banquero es un señor que nos presta un paraguas cuando hace sol y nos lo exige cuando empieza a llover”.