Sorprende encontrar dentro una obra más del arquitecto, ingeniero civil y escultor español Santiago Calatrava que como genio al fin y al cabo tiene admiradores, pero también detractores en su empeño de arquitectura neofuturista.
Calatrava, de 73 años de edad, ostenta más de cincuenta importantes premios y más de veinte títulos universitarios honoríficos. Una amiga arquitecta y su esposo entendido en la materia me aseguran que “sí, muy criticado, pero codiciado”.
A él le cargan los críticos, entre otros señalamientos, el parecido entre sus obras, los altos costes de mantenimiento y elevados presupuestos.
Algo muy cierto y para nada discutible es que la ciudad canadiense de Toronto reserva no pocas atracciones autóctonas y modernas para el visitante común y corriente. Una de ellas, sin lugar a dudas es la obra de Santiago Calatrava donde cualquier mortal con sueños de la infancia espera que de un momento a otro se aparezca un pequeñito ser de color verde y le extienda su mano con diez dedos y dos antenas en la cabeza…
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Calatrava: una grandeza invisible en Toronto
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